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Análisis de la dinámica política, económica y social de Asia-Pacífico
en sus relaciones con la Argentina.


Nuevas líneas de cooperación entre Asia y América Latina

Sergio Cesarín

Introducción
Asumir el análisis sobres las nuevas líneas de cooperación entre Asia y América Latina hacia el futuro implica rever el pasado. Si bien la historia de relaciones entre ambas regiones no es nueva, los determinantes del orden bipolar no permitieron un desarrollo dinámico de las relaciones económicas aún cuando Asia y América Latina pudieron encontrar intereses comunes y manifestar posiciones consensuadas en organizaciones multilaterales, de manera tal de ofrecer un frente común que moderara la influencia de los superpoderes. En la post Guerra Fría, los determinantes del desarrollo económico definieron un nuevo cauce de interés entre ambas regiones que orientaron la observación recíproca hacia las estrategias de desarrollo económico, la expansión del comercio, el aumento de las inversiones y la cooperación e integración económica. La iniciativa coordinada entre Chile y Singapur orientada a establecer un diálogo entre ambas regiones puede considerarse una de las mas importantes acciones políticas proactivas tendiente a establecer un eje de interlocución hasta el presente faltante entre las partes. En tal contexto, la primera reunión del Foro de Diálogo Asia-América Latina (FALAE) realizada en Singapur en el mes de septiembre de 1999 fue impulsada con el objeto de promover el conocimiento mutuo, definir áreas prioritarias de trabajo, alentar el diálogo político a nivel gubernamental (aspecto novedoso de la propuesta) y reforzar la cooperación económica interregional. Una agenda abierta sirvió para no acotar ideas, las cuales se orientaron sobre tres áreas prioritarias: i) el diálogo político destinado a crear una instancia de intercambio de opiniones en tres niveles diferenciados y progresivos: altos funcionarios de Gobierno pertenecientes a las respectivas Cancillerías, un segundo nivel -previsto para una etapa posterior- de Ministros de Relaciones Exteriores y, finalmente, el de Jefes de Estado o Gobierno. Una segunda área de avance fue propuesta en el ámbito cultural a fin de paliar el desconocimiento mutuo existente. El tercer eje de avance fue propuesto en lo económico-comercial con el objeto de generar un mayor acercamiento por medio del intercambio de experiencias que, en una segunda etapa, podrían incluir al sector privado. El impulso al diálogo se presume, estará dado hacia el futuro, mediante la presentación de proyectos y un timetable definido de discusiones en el que los veintisiete países representados en Singapur asumieron se ha de concretar durante el primer trimestre del año 2001 en la Segunda Reunión del FALAE -a nivel de Ministros de Relaciones Exteriores- en Santiago de Chile. El presente trabajo intenta analizar la importancia de las imágenes subyacentes en ambas regiones que sirven de sustento para la construcción de un espacio común de diálogo. El observar desde una perspectiva amplia el nuevo camino emprendido refuerza la necesidad de revisar las imágenes rectoras que impulsan el proceso y sirven de base para la definición de un curso de acción a futuro que enmarque el diálogo interregional político, económico y cultural sobre bases amplias. En la segunda parte se describen los cambios en la geometría del poder mundial y regional en Asia que impactaron sobre la redefinición de los mecanismos de inserción internacional de América latina. En tercer término, se intenta ofrecer una lectura sobre la probable evolución futura del diálogo interregional promoviendo un "enfoque de visión"
con respecto a Asia que sirva para articular intereses dispersos en América Latina.


Las imágenes subyacentes

En la década del ochenta América Latina observaba con admiración el éxito de los modelos asiáticos sumida en una de sus mas profundas crisis política y económica. Asia, por el contrario, iniciaba la consolidación de un modelo de industrialización acelerada que le posibilitaría, entre otros logros, reducir los niveles de pobreza -desde 740 millones de personas en 1985 a 365 millones de personas en sólo dos décadas- mejorar las condiciones generales de vida y asistir a la modernización de sociedades históricamente sometidas a la condición del subdesarrollo. La asumida "fortaleza de los modelos asiáticos" fue pensada como el sustrato sobre el cual las naciones asiáticas obtendrían mayores márgenes de libertad para el establecimiento de alianzas fuera de las "esferas de protección" típicos de un orden bipolar en desaparición, lo cual ofreció una oportunidad excepcional para América Latina en términos de reforzamiento de sus capacidades de proyección internacional y para la diversificación de sus relaciones exteriores. Proceso que no puede desligarse de los cambios producidos en el escenario mundial posteriores a la finalización de la Guerra Fría. En este sentido, la comprensión del nuevo mapa de relaciones mundiales (1), cuyos rasgos esenciales fueron la crisis de los socialismos reales, la defección de los "sistemas comunistas", y el cambio en la estructura del sistema internacional coincidió con el inicio de un proceso de reestructuración y apertura de las economías latinoamericanas a las corrientes internacionales de comercio e inversión a partir de comienzos de la presente década que favoreció un proceso de extensión de los vínculos políticos y económicos con Asia Pacífico. Sin embargo, la reflexión sobre la construcción de nuevas áreas de proyección de los intereses regionales no se pensó desde un punto inicial situado en un "vacío contextual" sino que, por el contrario, se vio favorecida por la orientación provista por una perspectiva histórica de aproximación. Es decir, en gran medida fue producto también de la asunción de que durante el desarrollo de sus respectivas "historias" América Latina y Asia evidenciaron similares enfoques en el terreno de las ideas políticas, económicas y sociales, expresadas en coincidencias que posibilitaron -entre otras iniciativas - la adopción de posiciones comunes respecto de la configuración del poder y orden mundiales, la necesidad de fomentar el desarrollo económico equitativo a nivel global y la cooperación entre naciones de menor poder relativo (2). Proveyeron también sentido a la necesidad de fortalecer la cooperación interregional las "visiones recíprocas" existentes (3).
Asia Pacífico, por ejemplo, nos proveía de un conjunto de atributos dotados de fuerza ejemplarizante como:

i) un ascendrado sentido de autoconfianza -en algunos casos exacerbado hasta la excepcionalidad- en las propias fuerzas impulsoras del desarrollo económico y social el que aún en el contexto de la creciente apertura económica tendía a mantener al Estado como el último recurso de gestión de los procesos de cambio y garante de la pervivencia de patrones sociales de conducta considerados tradicionales y que - se presumía - no eran disfuncionales a la nueva dinámica de acumulación del capitalismo mundial,

ii) un orden interno de relaciones políticas y sociales en los que, a pesar de la heterogeneidad étnica, (4) se evidenciaban síntomas tendientes a ampliar las libertades públicas como consecuencia de los procesos de industrialización y que concordaban con la incorporación de la "democracia" como valor político en el subcontinente,

iii) el aprovechamiento de la amplia base de recursos humanos y el capital social disponible aún en el contexto de la relativa escasez de recursos naturales que atrajo la atención sobre cómo determinadas formas de gestión social del desarrollo económico podían ser extrapoladas hacia otros sistemas de organización política y socio-económica,
iv) se sumaba a la observación particular de estas características el análisis respecto de los márgenes para la intervención gubernamental selectiva "estratégico-orientada" en el marco de los modelos de desarrollo, es decir cómo el Estado podía -y en algunos casos se sostenía debía- intervenir en la gestión del proceso económico nacional a fin de moderar, reducir o bien eliminar las asimetrías producto de la acelerada industrialización de las economías; formas de intervención entre las que se destacó la "propensión" de los Gobiernos por favorecer la distribución equitativa del ingreso nacional traducida en políticas económicas tendientes a construir sociedades más igualitarias (5).

En este sentido, parte del debate recogió como centrales las discusiones sobre el "nuevo rol del Estado" y el "enigma" que a la teoría económica presentaba en una etapa de creciente interdependencia económica y caída de fronteras nacionales, la preeminencia de un Estado intervencionista y que -más asombroso aún- posibilitaba el éxito económico (6). Asimismo, los mecanismos de interfase y coordinación existentes entre las elites empresariales nacionales y las distintas agencias gubernamentales (considerados parte del "triángulo virtuoso" del crecimiento económico en Asia) en etapas de reconversión del aparato productivo nacional y de reorganización de los sistemas de relaciones público-privados no dejaron de observar a los "modelos asiáticos" como referentes en este sentido (7). Finalmente, el énfasis en la elaboración intelectual basada en el pensamiento intergeneracional y su expresión en capacidades analíticas por parte de las elites nacionales traducidas en planes estratégicos y de largo plazo, no pudieron menos que "forzar al ajuste" al resto de los países respecto de los determinantes de la fijación de un patrón de relaciones económicas y políticas que desligara los determinantes del corto plazo para situarse en un plano analítico en base a la definición de escenarios de mediano y largo plazo. Frente a estas características, la imagen de América Latina reflejaba una historia político-institucional similar a la de los sociedades asiáticas. Concordante con la pasada sujeción a un orden "colonial", la condición "impuesta" del subdesarrollo económico y la percepción sobre la articulación de sus intereses externos en función de una "matriz de dependencia" de los poderes hegemónicos se contraponía - frente a las carencias de las economías asiáticas - el atractivo de la dotación de recursos naturales y potencial económico continental y la alta calificación de sus clases profesionales e intelectuales. La visión de un espacio geográfico caracterizado por la estabilización de los conflictos políticos internos, la atenuación de los niveles de conflictividad interestatal y la probabilidad del sostenimiento de este "orden de paz relativa" en el largo plazo, a diferencia de las expectativas sobre el progresivo deterioro de la situación política en Asia, junto a la ejemplaridad que el subcontinente ofrecía en términos de una tradición política de "construcción de consensos" enriquecida por la formación de asociaciones regionales intergubernamentales de negociación y resolución de conflictos formaron parte del establecimiento de un conjunto de ideas que guiaron las iniciativas externas de los países asiáticos en relación a América latina, así como de los Estados latinoamericanos en relación con los asiáticos (8).


Los cambios en la geometría del poder económico mundial
Es evidente que a pesar del plus favorable que estas ideas implicaban para el diseño de una política de relaciones particulares entre América latina y Asia, los desafíos planteados no fueron menores en términos de reflexión analítica considerando los recursos y capacidades desde las cuales se partió. Sin embargo, la presunción de que el esfuerzo de inserción múltiple posibilitaría diversificar el riesgo político y económico fomentó el creciente interés por formalizar el diálogo interregional. La redefinición del mapa de poder mundial, en parte volcado económica y políticamente hacia la región Asia Pacífico, planteó el evitar una interpretación simple de temas complejos. En este orden, la reflexión analítica y la existente literatura al respecto puso particular énfasis en los aspectos económicos de la relación no atendiendo a la valorización que en los análisis propuestos tenían los determinantes políticos a fin de ser incorporados a la matriz de decisiones sobre nuevos enfoques o estrategias. Sin desmerecer estas iniciativas, no puede calificarse sino de reduccionista este tipo de análisis, el que si bien podía responder a las demandas de inserción económica y comercial del país en zonas tan distantes, no completaba el círculo de variables que servirían al nuevo enfoque que las relaciones interregionales.
Los impactos que sobre el sistema internacional reflejaron el surgimiento de nuevos centros de poder en capacidad de "discutir" la primacía mundial de los Estados Unidos y los instrumentos de garantía para el sostenimiento de la paz y seguridad internacionales, considerando el fortalecimiento de las capacidades militares de algunos Estados asiáticos como parte de la comprensión general de un mundo en el que la "configuración de fuerzas" puede ser modificada por medio del uso de atributos de poder efectivos y reales antes que potenciales, significó también un input para la definición de un marco de relaciones cualitativamente distinto. El ascenso de la región Asia Pacífico como centro de "poder económico" (9) indujo comportamientos en la región tendientes a evaluar la necesidad de establecer formas de relacionamiento con un área que intentaba traducir las capacidades económicas adquiridas durante los últimos veinte años en mayores dosis de influencia política a nivel mundial. Si bien existe una alta heterogeneidad regional desde el punto de vista de las capacidades y recursos relativos de poder, una clara expresión de este ascenso se verificó en los deseos de creación de "un Asia para los asiáticos" (10), el reconocimiento de que las propias capacidades en desarrollo podrían "despegar" los destinos económicos y políticos regionales de los de Occidente (léase los USA) (11) así como la presunción de que la probable extensión del "excepcionalismo" presente en los modelos de crecimiento económico asiáticos al resto de las economías en transición incrementaría sus márgenes de competencia global (12).

Los modelos económicos asiáticos se convirtieron no sólo en un modelo posible de imitar, sino en el modelo que "debía" ser imitado. Algunos indicadores corroboraban las tendencias. Desde 1980 más del 50% del aumento de bienes y servicios generado a nivel mundial correspondió a las economías asiáticas. Su participación en la creación de riqueza mundial que era del del 9,3% en 1990, pasó al 22,5% en 1992 y se estima llegará al 33% en el año 2000 de no persistir las actuales condiciones económicas en la región. En 1997 el porcentaje de participación de Asia Pacífico sobre el total del comercio exterior de las economías en desarrollo alcanzó al 57%. La creciente participación de Asia en el PBI agregado de los países en desarrollo derivó en que, aproximadamente, la mitad de la aceleración del crecimiento de las mismas desde 1990 se debiera al dinamismo de las economías regionales, principalmente al "efecto locomotora" de la economía China cuyo promedio de incremento del producto bruto interno fue del 9,2% durante los últimos tres lustros. Esta ganancia relativa de poder económico se pensó como "indivisible" respecto de la ganancia de poder político, por lo que los deseos de construir la imagen de una "entidad asiática" (13) intentó legitimar los intentos de redefinición de la relación de fuerzas existente tanto a nivel regional como global. Esta común percepción en Asia se aplicó con posterioridad a los argumentos que justificaron la no aceptación de la "idea occidental" de democracia en sus formas puras, e incluso sirvió instrumentalmente para discutir el rol hegemónico global de los Estados Unidos (14).
La literatura reflejaba esta ganancia de "confianza" (15) enfatizando las explicaciones causales basadas en especificidades políticas, sociales, culturales y organizacionales. No ajena a este escenario fue, por ejemplo, la percepción compartida en Asia sobre la decadencia de las capacidades relativas de poder de los Estados Unidos las que tornarían cada vez más dificultosas el ejercicio de su poder político, militar y económico a nivel global. Debate que incluyó severas críticas sobre el "modelo político americano" donde -se expresaba- la alta criminalidad, el creciente individualismo, y el "exceso de democracia" habían roto (según este enfoque) el respeto por las instituciones democráticas. En consecuencia, las "políticas democráticas" -se concluía- no estaban en capacidad de dar respuestas a los nuevos desafíos sociales (16). Asia, por el contrario, incorporaba las ideas del orden, la austeridad y el respeto "típicamente protestantes" (pero aplicadas en el contexto de sociedades tradicionales confucianas) y daba muestras del acierto de estas ideas bajo el prisma de su propio modelo, entendiendo que la "calidad y responsabilidad de la gestión gubernamental" (léase eficiencia burocrática), la transparencia y la solidez institucional "son más importantes que el carácter mas o menos democrático de los gobiernos" (17). Operativamente este enfoque tuvo expresiones en la praxis de la política exterior de algunos estados asiáticos, bajo la premisa de la "pérdida en Asia Pacifico de una visión de América Latina como área exclusiva de los intereses estadounidenses" (18). Como un subproducto de las vacilaciones que durante el primer Gobierno demócrata mostró la política exterior de los Estados Unidos en relación a la región Asia Pacífico, algunos Estados percibieron (particularmente China) que la relativa pérdida de influencia por parte de Estados Unidos en América Latina posibilitaría una inserción menos "interferida" en la región, por lo que explotar las "contradicciones históricas o recientes" existentes entre algunos estados latinoamericanos y los Estados Unidos brindaría espacios adicionales para influir en los procesos políticos y económicos regionales.

La interpretación de las elites políticas en Asia respecto del nuevo escenario político en los Estados Unidos era en general concordante respecto a:

i) las contradicciones existentes entre un ejecutivo "internacionalista" y un legislativo "aislacionista" que atentaban contra la coherencia de la política exterior de los Estados Unidos,

ii) como consecuencia de esta puja el "vacío de poder" en Asia era un rasgo asumido del escenario regional en tanto la URSS había desaparecido como poder regional y el Japón comenzaba a debatir fuertemente la validez de su alianza estratégica con los Estados Unidos (19).

Un segundo elemento a destacar fue el reconocimiento sobre el surgimiento de China como "actor relevante a nivel regional y global" lo cual impulsó la definición de una estrategia de vinculación cualitativamente distinta bajo el prisma de un "mundo multipolar antes que unipolar". La República Popular China como resultado de la aplicación de la política de reforma económica y apertura al exterior desde fines de la década del setenta (open door policy) se había transformado en la primera economía del mundo en desarrollo (20), su fortaleza económica se sostenía en la estabilidad política interna y en una gestión de la transición del socialismo ortodoxo al "capitalismo con características chinas" (economía socialista de mercado de acuerdo a la terminología oficial) que le permitía adquirir nuevas capacidades e influencia a nivel regional y global. En el ámbito multilateral, la perspectiva relacional entre América latina y Asia se ha enriquecido mediante la participación en los diversos foros transpacíficos existentes.

A partir de mediados de la década del ochenta cuando el "escenario de la integración latinoamericana" reflejaba realidades enfrentadas y escaso progreso, contrariamente en Asia Pacífico adquiría renovado dinamismo (21). Los procesos de cooperación e integración económica a nivel subregional y transpacíficos modificaron los patrones de interdependencia comercial y financiera multilaterales. Adquirieron en un contexto de resurgimiento del "regionalismo" económico en el mundo, creciente importancia la formación de áreas de integración en América Latina (MERCOSUR, Comunidad Andina) y del Norte (NAFTA) y Asia (ASEAN) así como transpacíficas PECC, PBEC y finalmente APEC en las que -en particular en éstas tres organizaciones- las economías latinoamericanas participaban activamente. Conceptos guía como el de "regionalismo abierto" ligado a los principios de flexibilidad y gradualidad, la generación de consensos sobre aspectos técnicos de comercio que no afecta en el equilibrio político regional, las políticas de apertura y liberalización comercial (estilo de negociación conocido como "unilateralismo concertado"), fueron los rasgos asumidos por la "vía asiática" de cooperación económica y política regionales en el marco de la existencia de profundas asimetrías económicas y heterogeneidad de regímenes políticos. En este contexto, un esfuerzo adicional de comprensión para América Latina fue exigido en virtud de la necesidad de readaptar nuestra "visión histórica" de los procesos de integración hemisféricos a las nuevas modalidades descriptas aplicadas a los modelos asiáticos: integración de mercados (Asia) versus acuerdos institucionales (Occidente), y la primacía del "enfoque funcional" de la integración económica por sobre los "modelos contractualistas" latinoamericanos. En consecuencia, la observación sobre la evolución del "regionalismo" económico en ambas regiones alentó la necesidad de acercar posiciones y lograr acuerdos. La reducción de las barreras comerciales entre los países latinoamericanos, el incremento de los niveles de demanda de materias primas por parte de los países asiáticos de rápido crecimiento económico y el dinamismo de los procesos de industrialización de dichas economías con su consiguiente presión de demanda en el mercado internacional de insumos estratégicos justificaron en gran parte el aumento de los flujos de comercio entre ambas regiones.

Desde 1986 el comercio creció a una tasa media del 15% anual, que es relativamente importante pero menor a la tasa de crecimiento del comercio intraregional que fue del 19%. Colombia, Perú, Brasil, Argentina, Chile y Méjico representan cerca del 90% del total del comercio latinoamericano con Asia, siendo los principales mercados demandantes y oferentes en orden de importancia Japón, Corea, China y Taiwán. Brasil concentra el 36% de las exportaciones latinoamericanas a los países asiáticos, Chile lo sigue con el 25% y luego Méjico y la Argentina con el 12% respectivamente. El legado de la cooperación incluye los caminos recorridos en las relaciones entre las economías asiáticas y las pertenecientes a acuerdos subregionales como las del NAFTA y MERCOSUR. La complementariedad existente entre las economías latinoamericanas y las asiáticas señalaría como necesaria la exploración de vías de acción también en el marco de la convergencia de los procesos subregionales de integración económica estimulados por la correspondencia de intereses existentes a nivel biregional. En algunos casos los proyectos de integración subregional reúnen condiciones de representatividad necesarias para formar parte de un sistema de "dialogue partnership". Ejemplo lo constituye la formación de la Free Trade Area (AFTA) (22) y el Area de Inversión de la ASEAN (ASEAN Investment Area) que prevé liberar las inversiones intrazona para el año 2010 y extrazona en el 2020. La ASEAN (9 + 1) (23) representa en términos agregados un espacio geoeconómico de 480 millones de habitantes con un PBI agregado para las diez economías superior al billón de dólares, siendo considerada aún una de las regiones económicamente mas dinámicas del planeta a pesar de la crisis financiera por la que atraviesa. La potencialidad de un diálogo aun pendiente reside mas allá de los datos cuantitativos, en la oportunidad de explorar el establecimiento en el mediano plazo de mecanismos de consulta interegionales que sirvan a la estabilidad del sistema internacional así como espacio de mutuo aprendizaje respecto a las experiencias político, financieras, comercial, científico y social.

Si bien ambas regiones son competitivas desde el punto de vista de la captación de capitales de inversión (24), existen complementariedades a ser exploradas, por lo que la formación de un Foro de Diálogo Interregional Asia-América Latina (FALAE) como el que ha dado a luz la reunión de Singapur es de suma importancia. Complementa este cuadro analítico la presunción de que el ejercicio de relacionamiento diversificado por parte de América Latina ayuda a la mejor comprensión de los procesos regionales de cambio, nos introduce dentro del "institutional building process" en Asia, alienta la adopción de metodologías de trabajo que refuerzan la necesidad de la coordinación intregubernamental e intragubenamental, y nos inserta en un área de alta densidad de negociaciones intergubernamentales e interregionales que induce la adopción de mecanismos de articulación de los recursos humanos y operativos que posibiliten una gestión coordinada de las negociaciones. En este contexto, es posible reflexionar sobre la necesidad de un cambio en el paradigma de articulación externa de América Latina y un viraje hacia otras regiones del planeta que fortalezca las oportunidades de expansión diversificada de los vínculos exteriores y reduzca su dependencia de los centros de poder hemisféricos.

El horizonte de la cooperación interregional: hacia un enfoque de "Visión"
El inicio de un proceso de cooperación y consulta interregional debe atender a la diversidad y riqueza de prácticas, métodos y formas de lograr la convergencia de intereses de por sí existentes. Como expresa Jusuf Wanandi "... a medida que nos acercamos al próximo siglo, es muy poco probable que la distancia sea un problema planteado por la geografía, sino mas bien por las limitaciones de nuestro propio pensamiento. Algo similar ocurre en lo que respecta al desarrollo de una relación mas amplia entre América Latina y las economías del Pacífico Occidental" (25). Wanandi expresa así que no existen limitantes para crear un ámbito de diálogo que sea enriquecido con nuevas ideas y enfoques. La claridad en la definición de los intereses junto a la mayor densidad en las relaciones políticas interregionales retroalimentará la cooperación en organizaciones internacionales multilaterales con el consiguiente efecto benéfico sobre el incremento de las capacidades de negociación para ambas partes. El ejercicio de esta "diplomacia de convergencia" no debe leerse sólo en sus alcances "minimalistas", es decir netamente económicos, sino por el contrario debe comprender toda la gama de nuevos (y viejos) temas que componen la agenda común tales como: prevención de conflictos internacionales, proliferación nuclear, armamentismo, cooperación financiera global, regímenes de competencia internacionales, liberalización comercial, comercio agrícola no protegido y cooperación científico-técnica. Los objetivos de fortalecer la asociación transpacífica fueron enunciados en la Declaración de Santiago del XII PECC General Meeting.

El enfoque pragmático utilizado para el inicio del diálogo potencia los consensos en tanto el eje político permite reducir las asimetrías de relación económica existentes entre los Estados de la región igualando a todos los actores en representatividad. Sobrexponer el diálogo en el eje económico hubiera significado la caída de la iniciativa. No obstante, ejes de futuros debates incluirán seguramente la reafirmación del compromiso común con el sistema multilateral de comercio, el apoyo al "regionalismo abierto" sobre bases no discriminatorias, la necesidad de defender los procedimientos formales preestablecidos, las normas y disciplinas comerciales, los procedimientos institucionalizados de solución de controversias y la posibilidad de fijar políticas nacionales de desarrollo. En este orden, es necesario asumir dentro del diseño estratégico orientado a responder con efectividad a las exigencias que el mapa relacional impone, que el proceso será evolutivo y de largo plazo. La estrategia de aproximación gradual tenderá a consolidar un espacio de intercambio de opiniones y formación de consenso, así como es posible evolucione hacia mecanismos permanentes de consulta mutua entre ambas subregiones. Las prioridades estarían enfocadas también hacia la progresiva incorporación de nuevos actores al proceso sumando en una segunda etapa a empresarios y académicos (policy thinkers) a fin de que complementen la labor de los policy makers. La formación de Redes Académicas en Asia y América latina que interactúen en la evaluación, seguimiento y análisis del proceso reforzará el mismo así como el compromiso de las elites. La creación de Centros de Investigación Regionales tanto en Asia como América latina generaría un círculo virtuoso de conocimiento que servirá de feedback al proceso macro político-económico. En el marco de un "no nuevo orden internacional", las iniciativas de cooperación política desde la óptica sur-sur entre América latina y Asia ofrecen una opción posible de "independencia relativa" a ser contemplada. Es esperable que en largo plazo los países asiáticos en particular aquellos considerados en desarrollo o emergentes, alienten esta tendencia -diálogo sur/sur- e incluso acciones internacionalmente para impulsar renovados mecanismos de diálogo sujetos al tratamiento específico de las formas de capital financiero y el control de los procesos de desarrollo, mecanismos de compensación comerciales, transferencia de ayuda económica a regiones en crisis, fijación de normas y estándares de producción que no pongan en dudas las capacidades de decisión nacionales sobre los determinantes básicos de la orientación general del desarrollo económico por parte de los grandes poderes. En este esquema América Latina forma parte privilegiada, por lo que ambas regiones pueden descubrir alternativas incluso desde una "posición periférica" para recrear un orden de consenso que permita compensar el nuevo mapa de relaciones económicas y políticas internacionales. En este marco, la profundización de las relaciones entre ambas subregiones no reemplazará la preponderancia que tienen sus relaciones con los países industrializados y Europa, pero sí puede complementarlas. La comprensión de la cooperación sur-sur permitirá obtener grados de libertad tendientes a moderar las presiones por la definición de una "agenda negativa" en América latina sobre narcotráfico, migraciones y prevención de conflictos. Asia nos brinda así la oportunidad de contar con un espacio donde es posible definir una "agenda positiva" sobre cooperación para el desarrollo, medio ambiente global y la promoción de mecanismos de intercambio científico-tecnológicos de directo impacto en los sistemas productivos nacionales. El fortalecimiento de la identidad internacional de América latina como un área de baja conflictividad interestatal sujeta a los determinantes del orden democrático son funcionales a este planteo. Subsidiariamente, una mayor liberalización del comercio entre América Latina y Asia podría contrarrestar una potencial concentración del comercio latinoamericano en determinados centros de poder económico hemisféricos. Los riesgos también existen. El primero es el relativo al "discursismo" latinoamericano que inhiba la voluntad asiática de continuar la vía de cooperación iniciada. El segundo, es que se asemeje demasiado a esquemas institucionalizados que no han dado resultado para Asia (por ejemplo el ASEM) y que someten a una dinámica de reuniones de alto nivel con escaso contenido práctico, por lo que un "modelo ecléctico" de FALAE parece la opción pertinente. Es necesario, además, que el proceso se autorregule mediante la simple adhesión a principios acordados de respeto al derecho internacional, propuestas abiertas, una metodología informal de trabajo y la adopción de decisiones por consenso.

El proceso de diálogo interregional Asia América latina implica observar a quienes no participan directamente del mismo. El "ausentismo" de los Estados Unidos es un dato insoslayable. El urdido de una relación como la propuesta por el FALAE denota que Asia desea dialogar con América latina buscando interlocución sin interferencia estadounidense. Para el logro de tales objetivos considero acertado que, de forma similar a la dinámica asiática, América latina diseñe su Visión del Futuro como marco orientador del proceso de diálogo en la que incluya los determinantes de su propia evolución y los ejes de su inserción internacional en el siglo próximo. Los detractores de la idea ponderarán con mayor peso la asimetría de intereses existentes en la región (Países andinos vs. atlánticos, el norte subcontinental y el Cono Sur, etc) y, por ende, la imposibilidad de su articulación aplicada al "enfoque de visión". Sin embargo, el mismo ayudaría a lograr dicha integración, serviría para formalizar propuestas consensuadas con el peso que para Asia este indicador de apoyo tendría al mismo tiempo que serviría a la elaboración de un paradigma hasta hoy ausente de vinculaciones políticas exteriores por parte de América Latina hacia las próximas décadas. Un "Enfoque de visión" que se funde sobre sinergias y que comprenda no sólo a América Latina sino a "Iberoamérica" como una unidad cultural que refuerza el sentido de comunidad amplia. La necesidad de que el FALAE no esté bajo la tutoría de ningún proyecto político específico, la complementariedad ante la existencia de estructuras económicas e industriales mutuamente atractivas (el proyecto de "transpacific business partnership" es un ejemplo de ello), la necesidad de fortalecer el diálogo político y sobre seguridad en donde la cooperación económica sea subsidiaria, así como la posterior inclusión de hoy temas de "baja prioridad" como el respeto a los derechos humanos y el medioambiente global, deberían formar parte del entramado de ideas sostenedoras del enfoque propuesto. Para esta tarea la creación de un Grupo Conjunto de Personas Eminentes (GCPE) que definan imágenes comunes y ofrezcan una "visión común para el futuro" resultaría un mecanismo adecuado tendiente a generar mayor credibilidad respecto del compromiso latinoamericano en el proceso. La promoción del diálogo intelectual mediante la realización de cumbres bianuales del GCPE serviría sin dudas a los propósitos enunciados. En síntesis, las oportunidades de profundizar los lazos con Asia no pueden contemplar solamente las ventajas posibles producto del dinamismo económico que ha caracterizado a la región durante las últimas décadas sino que deben, fundamentalmente, centrarse en aspiraciones políticas de largo plazo.
Dada la "cercanía geográfica" existente América Latina y Asia Pacífico, el transformar en ventajas políticas
las crecientes interacciones económicas puede resultar funcional a una estrategia de diversificación de los patrones
de inserción internacional que permita reducir los riesgos de una "nueva periferización" en el esquema de poder mundial del siglo XXI.

NOTAS
(1) En el que jugaron un rol determinante las concepciones teóricas tales como el "realismo periférico" o el "neoidealismo periférico" como orientadores de los enfoques analíticos aplicados a la definición de la política exterior argentina. Ver al respecto: "El contexto externo de la política exterior argentina: Notas sobre el `nuevo orden mundial`, Russell Roberto (Comp.), en "La Política exterior argentina en el nuevo orden mundial", GEL, Buenos Aires, 1992.
(2) Una adecuada perspectiva al respecto la ofrece: "Dragones, tigres y jaguares: relaciones América Latina-Asia Pacífico, mas allá de la crisis", Carlos J. Moneta, (Compilador), IRIAP, Editorial Corregidor, 1998.
(3) Este fue uno de los ejes del debate efectuado en ocasión de celebrarse en la ciudad de Santiago de Chile las sesiones del PECC XII, regidas bajo la consigna de la promoción del "transpacific partnership" entre América Latina y Asia Pacífico.
(4) Los ejemplos más evolucionados en este sentido los presentan Tailandia y Malasia,. Tampoco Asia partía de un "vacío modélico" que les permitiera superar las formas autoritarias de Gobierno, Corea, Taiwán, Singapur y Filipinas eran los modelos de democratización (nótese que digo democratización y no democracias) más desarrollados.
(5) Las sociedades igualitarias -es decir la democracia económica- sería, de acuerdo a esta visión, la base de la estabilidad futura de los nuevos regímenes democráticos en Asia. Ver al respecto, "Inequalitiy and growth, lessons reconsidered from the South East Asia", Gustav Rannis, World Bank Review, No.2, April 1995.
(6) Ver al respecto: "Política económica en experiencias de Asia, los casos de Corea del Sur, Taiwán, Malasia y Tailandia", Bekerman. M, Silin P. y Streb M., Universidad de Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Económicas, Documento de Trabajo No.2, Buenos Aires, 1994.
(7) El Trabajo paradigmático en este sentido fue: "The East Asia Miracle, ... Ibidem.
(8) Uno de las organizaciones intergubernamentales observadas como modelo en la resolución de conflictos regionales es la Organización de Estados Americanos (OEA). No existe en Asia, hasta el momento, una organización de tipo similar que permita "recuperar" la iniciativa y capacidad de resolver los conflictos regionales pendientes por parte de los mismos Estados asiáticos y no a través de la intervención definitoria de potencias extraregionales.
(9) Utilizo el concepto de "centro de poder económico" por aplicarlo a la región en general, asumiendo que el concepto de "polo económico" podría ser aplicado sólo al Japón en razón del tamaño de su economía así como en términos de la matriz de relaciones económicas establecidas por este país con las economías en desarrollo de la región: de dinámica "centrípeta", la generación de un sistema de interdependencia regional basado en la integración intraindustrial fue producto de la percepción por parte de las elites políticas respecto de Asia como un "espacio propio de influencia económica", tal vez con la excepción de China.
(10) Cuyos mas destacados ideólogos son el ex Premier de Singapur Lee Kwan Yew y el Premier de Malasia Mohamad Mahatir, esporádicamente la dirigencia japonesa ha hecho mención a los deseos de "mayor independencia decisoria en la región" vis a vis los USA en particular desde comienzos de la década del 90, así como recientemente producto de la crisis financiera y monetaria que afecta a las economías asiáticas y en particular al Japón.
(11) Parte de este debate lo constituye el planteo del "Japón que puede decir no" y luego el del "Japón que debe decir no".
(12) Este enfoque sustenta el planteo de Naisbitt en: "Megatrends Asia, the eight Asian Megatrends that are changing the World", John Naisbitt, London, 1997.
(13) El debate sobre una "entidad asiática" surge en función de la percepción sobre que los problemas asiáticos deben ser solucionados por los asiáticos sin interferencias de terceros estados, o sea los Estados Unidos, y cuyos principales sostenedores han sido los Gobiernos de Malasia y Singapur. Sin embargo subyace en esta apreciación los deseos de mayor autonomía decisional, la construcción de un espacio económico propio (Proyecto del East Asia Economic Caucus) e incluso los recientes intentos por crear una "área de moneda única" que aleje a las economías asiáticas de los vaivenes financieros "producto del capitalismo del área del dólar".
(14) Esta orientación general del discurso en Asia se contrapuso a la política de alineamiento de la Argentina con los Estados Unidos, punto focal de la nueva política exterior nacional a partir del inicio de la presente década.
(15) Ver al respecto: "Asia`reemergence", Steven Radelet and Jefrey Sachs, Foreign Affairs, Novemeber / December 1997, pág. 44 y subtes.
(16) Sobre las formas posibles del orden político en distintas sociedades asiáticas en función de los procesos de transición hacia formas democráticas de gobierno ver: "Political legitimacy in South East Asia, a quest for moral authority", Muthiah Alagappa (Comp.), Stanford University Press, 1995, part 1.
(17) Las posiciones mas representativas al respecto fueron sostenidas por el ex Primer Ministro de Singapur Lee Kuan Yew.
(18) Aún considerando el Proyecto de Creación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), prevista para comienzos del próximo siglo.
(19) Ver al respecto: "Conclusion: The post Cold War period", en The international Politics of the asia Pacific 1945-1995, Michael Yahuda, Routledge Edit. New York, 1996, pág. 255 y sgtes.
(20) Sobre las posibilidades de China de sostener un modelo de acelerado crecimiento económico con bajos niveles de inflación ver al respecto: "China, una vía para el desarrollo económico 1991-2010", Li Jingwen, Centro de Estudios Cuantitativos del Consejo de Estado de la República Popular China, Beijing Language Press, 1994.
(21) En gran medida como respuesta al proceso de "hollowing out" (relocalización) de las empresas japonesas iniciado en la década del 70 producto de las dos crisis del petróleo. Ver al respecto: Comercio e integración intraindustrial en Asia Pacífico, perspectivas de vinculación con América Latina, Carlos J. Moneta, Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN), República Argentina, Documento de Trabajo Nº 8, mayo de 1995.
(22) El proyecto incluye la creación de un área de libre comercio en el año 2002 con tarifas arancelarias que se han de ubicar en un rango de cero al 5%, estimándose en un 50% los requerimientos de "contenido local" para los bienes de capital de origen extrazona. Sobre las características y modalidades del proceso de liberalización comercial ver: "Feature: implications of regional trade liberalization in ASEAN countries for japanese companies in the region and stablishment of AFTA", Japan Institute for Overseas Investment (JOI), Número 35, Septiembre de 1997.
(23) Al considerar parte de la ASEAN como miembros plenos a: Indonesia, Malasia, Tailandia, Brunei, Filipinas, Singapur, Vietnam, Laos y Myanmar, en tanto Camboya se encuentra suspendida en su membrecía.
(24) Considerando sólo cuatro economías de la ASEAN: Indonesia, Malasia, Filipinas y Tailandia el promedio de IED captada durante el período 1985-1990 fue de U$S 2.500 millones, en tanto para el Mercosur fue de U$S 2.300 millones; la brecha se amplía en 1994 con montos de U$S 10.000 y U$S 4.000 respectivamente, reduciéndose nuevamente la diferencia durante 1996 el que muestra valores de U$S 15.000 millones para las economías de la ASEAN consideradas, frente a los U$S 18.000 millones en inversiones captados por las economías del Mercosur. Fuente UNCTAD, World Investment Report, 1997.
(25) América Latina y la asociación transpacífica: la importancia de definir intereses comunes, en "América Latina y Asia Pacífico: oportunidades ante la crisis, Alamos-O`shea-Wilhemy Editores. PECC XII, Santiago de Chile, 1998, pág. 343.

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