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Notas
de la Economía Real.
Nº
2, abril de 1997
Del "milagro" a la racionalidad: la experiencia
del sudeste asiático
Introducción
A mediados de la década del 60, un conjunto de
países del Sudeste Asiático tenía como denominadores comunes
ingresos per capita ubicados en las categorías de medios y
bajos, una limitada dotación de recursos naturales y bajos
índices de alfabetización. Veinte años después, esos mismos
países habían logrado revertir esta situación al alcanzar
tasas de crecimiento significativas, sustentables y como si
ello fuera poco, superiores a las de las restantes economías
del planeta. En efecto, Japón, Hong Kong, Corea del Sur, Singapur
y Taiwan (excluyendo al primero, los denominados "Cuatro Tigres")
cuadruplicaron su ingreso real per capita entre 1965
y 1985 e Indonesia, Malasia y Tailandia (los "NIC´s" o Nuevos
Países Industrializados) han conseguido más que duplicarlo.
La magnitud y la rapidez del fenómeno despiertan interrogantes
tales como: ¿obedece este comportamiento a un sólo factor
o a varios?, ¿que grado de homogeneidad puede encontrarse
entre las distintas políticas nacionales?, ¿qué grado de intervención
estatal predominó?, ¿lograron crecer por la intervención estatal
o a pesar de ella?. Estos aspectos son los que tratará de
abordar el presente trabajo. En la primera parte se presentará
la evolución cuantitativa de la economía regional.
La segunda parte analizará, desde la perspectiva de los interrogantes
planteados, las características más afines existentes entre
los distintos países mientras que en la última parte
se presentarán las conclusiones.
Lo que dicen ls números
Entre 1971 y 1995, las economías de la región muestran una
tasa de crecimiento promedio del 7.0% contra un 2.7% de las
economías industrializadas. Este logro, es de suponer, debió
asentarse sobre una más que sólida evolución de los "fundamentals"
-como acotadas tasas de inflación, un elevado componente de
inversión en el producto bruto interno y dado lo reducido
de los mercados internos, un fuerte aumento del comercio exterior-
y estas condiciones de hecho, se dieron.
Variables,
en Prom.* |
1965-69 |
1970-74
|
1975-79 |
1980-84 |
1985-89 |
1990-94 |
1995-96 |
1997
Proy. |
Crec.
del PBI, %** |
9.0 |
8.6 |
7.3 |
6.2
|
6.5
|
7.1
|
6.5 |
6.0 |
Inflación
Anual, %*** |
11.1 |
11.6
|
8.0
|
8.4 |
3.1 |
4.8 |
4.3 |
4.3 |
Inversión,
% del PBI |
21.5 |
28.1 |
29.0 |
32.9 |
30.7 |
35.6 |
- |
- |
Exp.
% del Comercio Mundial |
7.6 |
9.2
|
10.5
|
12.9 |
15.0 |
16.0
|
- |
- |
Imp.
% del Comercio Mundial |
7.8 |
9.2 |
9.9 |
11.8 |
11.3 |
13.6 |
- |
- |
* Incluye a todas las economías consideradas a excepción de
Taiwan y Hong Kong.
** En Hong Kong el PBI per capita creció a una tasa promedio
anual del 7.5% entre 1972 y 1981 y del 5.1% entre 1981 y 1991.
En los años 1995-96 y 1997 se consideran las ocho economías
analizadas.
*** En Taiwan y Hong Kong la tasa de inflación promedio se
ubicó en 6.2% y 8.8% respectivamente entre 1961 y 1991. En
los años 1995-96 y 1997 se consideran las ocho economías analizadas.
Fuente: CEP en base a Estadísticas Financieras Internacionales,
FMI, varios números.
Si bien los números son bastante elocuentes, es conveniente
profundizar en ellos. Si se considera la tasa anual promedio
de crecimiento, excluyendo a Taiwan y Hong Kong, el producto
real debe multiplicarse por un factor de 9.8 entre 1964 y
1994. La tasa de inflación, si bien se ubica por encima de
las de los países industrializados en los primeros quinquenios
considerados, muestra una tendencia claramente decreciente
y sensiblemente inferior a las registradas en América Latina.
La inversión posee un comportamiento más que significativo.
Sin considerar a Hong Kong y Taiwan, China, la formación de
capital pasa del 21.5% del PBI en el quinquenio 1965-1969,
similar al nivel mundial y contra 20.2% en América Latina,
al 35.6% para 1990-1994, años en los cuales el promedio llega
a 21.4% y a 20.7% respectivamente en las regiones consideradas
precedentemente. Sin embargo, las cifras más elocuentes se
observan en materia de comercio exterior. Desde mediados de
la década del 60 hasta 1994, la participación de la región
en el intercambio comercial global pasó del 15.4% al 29.6%.
En dicho lapso, las exportaciones crecieron más de 60 veces
(contra 26 veces a nivel mundial y 18 veces en América Latina)
al pasar de U$S 13.700 millones a U$S 862.300 millones. Las
importaciones más de 55 veces, pasando de U$S 14.000 millones
a U$S 787.000 millones (si bien en los inicios la mayoría
de las economías adoptaron esquemas proteccionistas, antes
del año 1985 ya había acontecido un marcado proceso de apertura
con reducción de aranceles, eliminación de restricciones cuantitativas
y eliminación de barreras no arancelarias (Dean, Desair y
Riedel, 1994)). Esta evolución no fue producto de políticas
mantenidas inalteradas desde su comienzo sino que fueron pragmáticamente
adaptadas a las distintas condiciones locales y/o internacionales.
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Detrás de las cifras
Si en algo coinciden las distintas escuelas económicas que
se ocuparon del análisis de la experiencia del sudeste asiático
(la neoclásica con acento en los mecanismos de mercado y la
revisionista inclinada hacia una política estatal activa )
es en afirmar taxativamente que el desarrollo regional no
es atribuible a un sólo factor. Adicionalmente, y aunque con
distintas ponderaciones asignadas, ambos enfoques reconocen
rasgos de política económica comunes. En primera instancia
y en el terreno político - social, todas las economías, a
excepción de la japonesa que se encontraba en plena etapa
de reconstrucción luego de la devastación sufrida en el transcurso
de la Segunda Guerra Mundial, se enfrentaban a peligros tan
potenciales como cercanos, ya sea por la posibilidad de invasión
desde algún país limítrofe, ya por la existencia de guerrilla
rural o por partidos y/o sindicatos de izquierda sumamente
radicalizados. Ante esta perspectiva, no quedaba a sus gobiernos
otra posibilidad que lograr en el frente interno condiciones
tales que les permitieran contar con un rápido apoyo en caso
que las amenazas dejaran de ser meramente potenciales. Esta
condición inicial, como se verá a continuación, dará lugar
a uno de los factores que refuerzan significativamente el
círculo virtuoso del que goza la economía del Sudeste Asiático.
En el plano estrictamente económico, y conviene repetir, más
allá de las diferencias de instrumentación, es posible encontrar
cuatro rasgos comunes de política económica en los países
considerados: 1) política económica consistente: si bien todas
las economías se encontraban endeudadas con el exterior, este
endeudamiento fue manejable en todo momento y no se vio incrementado
más allá de límites prudenciales. Por otra parte, aún cuando
en algunos casos puntuales existieron desequilibrios fiscales
(limitados igualmente), estos fueron excepcionales y, en cualquier
caso, no fueron financiados con emisión monetaria de manera
tal que la inflación se mantuvo en niveles moderados y predecibles.
Desde el punto de vista de la inversión, ello permitió la
existencia de tasas de interés positivas en términos reales,
pero estables, lo que resultó en un mayor grado de certidumbre
para el sector privado. 2) crecimiento económico rápido y
bien distribuido: como se mencionó al comienzo de esta sección,
las amenazas que soportaban las distintas economías exigía
a los gobiernos a dar rápidas respuestas que a la vez produjeran
ganancias de bienestar que fueran prontamente percibidas por
la población. Tanto en los países de mayores ingresos de la
región como en los más pobres ello resultó en una más equitativa
distribución del ingreso, una significativa mejora en los
indicadores sociales y un aumento considerable en la inversión
de capital humano. Las consecuencias de este aspecto no son
menores y traen aparejadas dos circunstancias por demás importantes.
Una de ellas es que no hubo lugar para experiencias demagógicas
en la medida que no son sustentables en el largo plazo. Otra
circunstancia fue que ante la ocurrencia de shocks (externos
y/o internos) que provocaron serios desvíos en la trayectoria
de crecimiento, el ajuste no demoró hecho que aminoró sensiblemente
los costos de las correcciones. 3) inversión en capital humano:
una de las más notables particularidades de la experiencia
del sudeste asiático es el fenomenal proceso de inversión
en capital humano realizado en las fases iniciales del proceso
de crecimiento. Ello no sólo favoreció la satisfacción en
el corto plazo de los crecientes requerimientos de mano de
obra especializada por parte del sector manufacturero. También
contribuyó al mayor grado de movilidad social entre sectores
de distintos ingresos y a la incorporación de la mujer a la
educación lo que resultó en la disminución la brecha de ingresos
entre sexos y la reducción de la tasa de natalidad. Al disminuir
progresivamente la cantidad de alumnos que ingresaban al nivel
primario, fue suficiente mantener constante el gasto presupuestario
en educación para que el gasto por alumno aumentara considerablemente.
Esto promovió una mejora importante en la calidad de la educación.
4) se mantuvo el dinamismo en la agricultura: a diferencia
de otras economías donde décadas atrás se planteó la falsa
disyuntiva de promover el crecimiento del sector industrial
o agropecuario, las economías del sudeste de Asia no despreciaron
el potencial de éste último sino que, por el contrario, lo
incrementaron. En algunos países se practicaron reformas en
el régimen de tenencia de la tierra, y en la mayoría se trató
de aumentar la capacidad productiva del sector agrícola. Se
realizaron obras de infraestructura (caminos, transporte,
comunicaciones, obras de riego) que incrementaron substancialmente
su productividad. De esta forma, pese al retroceso relativo
del sector agricultor por el aumento de la participación del
sector manufacturero en el PBI, los salarios rurales se movieron
"pari passu" con los urbanos. Si bien estas fueron las transformaciones
comunes en la mayoría de los países de la región, deben interpretarse
como necesarias pero no suficientes por sí solas para promover
un proceso de crecimiento como el observado. Es imprescindible
contar con elementos adicionales que saquen el máximo provecho
de ellas: elevadas tasas de ahorro y de inversión, un veloz
crecimiento de la productividad y un importante aumento de
las exportaciones si se quieren superar las limitaciones impuestas
por el mercado interno. Los factores enunciados son muy importantes
de manera tal que merecen ser expresamente tratados.
La política financiera y crediticia
Las condiciones básicas señaladas junto con el desarrollo
del sistema financiero aceitaron el flujo de ahorro e inversión
y promovieron paulatinamente una mejora en los niveles de
ingreso de la población. A medida que el ingreso crece, la
acumulación de ahorro se produce a una velocidad mayor que
la del consumo. El hecho de contar con inflación moderada
y previsible posibilitó una baja volatilidad de las tasas
de interés. Aún cuando en la mayoría de los países las tasas
fueron controladas, y de hecho se produjo una transferencia
de ingresos de los depositantes a favor de las empresas tomadoras
de crédito, no por ello dejaron de ser positivas y en el caso
específico de las tasas para depósitos, superiores en términos
reales a las de los demás países en desarrollo. Algunas naciones,
promovieron el desarrollo de instituciones ad hoc (ahorro
postal), destinadas a captar depósitos allí donde las instituciones
financieras privadas no llegaban (zonas rurales) o no tenían
suficiente interés en la captación debido a las bajas sumas
depositadas (sectores de menores ingresos). Otros promovieron
mecanismos de ahorro obligatorio al imponer retenciones sobre
el salario. Los sistemas financieros regionales se caracterizaron
en su mayoría por ser seguros y eficientes sobre la base de
regulaciones prudentes y una constante supervisión de las
autoridades. Al existir barreras al ingreso de instituciones
financieras del exterior en la mayoría de los casos se favoreció
la rentabilidad de la banca local (lo que a su vez aumentó
su solvencia). A la vez se ejerció un riguroso control sobre
los spreads a fin de que la oferta de crédito no se viera
limitada (como se sabe, para un volumen de depósitos dado,
cuanto mayores son los spreads, menor es el volumen de crédito
que se puede satisfacer). En cuanto a la asignación del crédito
puede afirmarse que el gobierno jugó un rol fundamental. El
hecho de contar con mercados de capital escasamente desarrollados
en las etapas iniciales, imponía serias limitaciones en materia
de información y de transparencia de las transacciones. Con
el propósito de superar aquellos obstáculos, las autoridades
actuaron simultáneamente en tres sentidos: reforzaron las
regulaciones para mejorar la selección de proyectos por parte
de los bancos, crearon instituciones financieras para el suministro
de créditos a largo plazo y dirigieron el crédito a sectores
y empresas específicas a través de bancos públicos y privados
mediante criterios evaluatorios muy rigurosos (entre ellos,
se favorecieron aquellos proyectos de elevada rentabilidad
social, especialmente las exportaciones). Por el hecho de
contar con una burocracia altamente capacitada, eficiente
en el gobierno e instituciones financieras oficiales y aislada
de las presiones políticas, no hubo lugar para favoritismos
y el desarrollo de actividades "rent-seeking". A punto tal
funcionó el último de los aspectos enumerados, que en Japón
el hecho de obtener crédito de la banca oficial allanaba el
camino para el otorgamiento de crédito de bancos privados.
En Corea, el gobierno monitoreaba a los grandes conglomerados
utilizando criterios de evaluación ligados a exportaciones
y rentabilidad (en los países de la parte sur del Sudeste
Asiático el aumento de la productividad, y no las exportaciones,
era el criterio dominante en el otorgamiento de créditos).
En algunos casos, las empresas que fracasaban en superar estas
evaluaciones eran declaradas en quiebra. Dos características
esenciales de la asignación de créditos deben quedar bien
claras: en primer lugar, el subsidio era pequeño en relación
a la financiación otorgada y el otorgamiento de crédito por
parte de una institución oficial a un sector o industria se
constituía en una poderosa señal para el resto del sistema
financiero.
La promoción del desarrollo
tecnológico
El fuerte aumento de la productividad se encuentra estrechamente
ligado a la masiva incorporación de tecnología. Diversos métodos
fueron utilizados: promoción de empresas específicas (Japón
Corea, Taiwan), no imposición de aranceles a la importación
de bienes de capital e insumos y desarrollo de programas puntuales
como zonas francas y parques industriales (Malasia, Singapur,
Taiwan y Hong Kong). Todos los países analizados fomentaron
la incorporación de tecnología extranjera. Sin embargo se
siguieron distintas modalidades: algunos mediante la adquisición
de licencias, importación de bienes de capital y entrenamiento
de mano de obra en el exterior. La apertura a la inversión
extranjera directa aceleró la incorporación de tecnología
en Hong Kong, Malasia, Singapur y más recientemente, en Indonesia
y Tailandia. En contraste, Japón, Corea y en menor medida
Taiwan, restringieron la radicación de empresas extranjeras
pero compensaron esta supuesta desventaja al adquirir agresivamente
conocimientos en el exterior a través de patentes, licencias,
"know how" y otros medios. ¿Cuánto influyeron estas políticas
en el desarrollo de los sectores involucrados?. Distintas
investigaciones confirman que existe escasa evidencia de cambios
en la estructura sectorial de la industria manufacturera debido
a la práctica de esas políticas. En otras palabras, las industrias
de Japón, Taiwan y Corea parecen haber evolucionado en los
últimos años tal como hubiera debido esperarse de no mediar
intervención alguna, es decir de acuerdo con la ventaja comparativa
y la dotación de factores de las respectivas economías. En
cambio, la intervención estatal tuvo éxito en términos del
incremento de las exportaciones. Las herramientas utilizadas
fueron numerosas. Básicamente, pueden mencionarse cuatro grandes
grupos: por un lado se fomentó que los exportadores pudieran
acceder a la tecnología y a los insumos a utilizar a precios
internacionales; el segundo, a través del otorgamiento de
crédito de corto y largo plazo (modalidad esta que varió entre
los distintos países considerados: crédito de acceso garantizado
o subsidio de tasas, con cobertura para el total de las exportaciones
o exportaciones seleccionadas, crédito oficial o privado);
tercero, a través de la asistencia del gobierno tal como subsidios
destinados directamente a la exportación, a los medianos y
pequeños exportadores, para facilitar la penetración en mercado
externos (marketing, publicidad, promoción) y fomento de compañías
de trading internacional; cuarto, a través de un criterio
sumamente pragmático en la práctica de políticas macroeconómicas.
Sobre este aspecto, los ejemplos son numerosos. Indonesia
se vio afectada entre 1982 y 1985 por la fuerte caída de los
precios del petróleo. Sin embargo logró recuperarse a través
de devaluaciones y el recorte del gasto público. Corea debió
soportar a fines de la década del 80 una seria crisis originada
por motivos externos. El incremento del precio del crudo,
la recesión mundial que afectó el nivel de sus exportaciones
y las altas tasas de interés predominantes que aumentaron
considerablemente el servicio de su deuda externa determinaron
la aplicación de un severo plan de ajuste. La economía tailandesa
atravesó a comienzos de la década del 80 un período de elevado
gasto público (y privado) que derivó en un déficit del sector
público cercano al 7% del producto. Se recortaron los gastos
del sector público y se incrementaron significativamente los
impuestos (el déficit consolidado del sector público cayó
del 8% del PBI en 1981-82 al 1.6% en 1986-87). Entre 1979
y 1981, Singapur enfrentó una crisis derivada de los altos
salarios del sector público y de la pérdida de competitividad
de las exportaciones por la apreciación del dólar estadounidense,
al cual había ligado su moneda. Si bien la solución estuvo
fuertemente relacionada con la inesperada depreciación del
dólar, hecho fortuito si se quiere, no menos importante fue
el incremento de la productividad conseguido como consecuencia
del aumento en los gastos de investigación que fomentó tasas
de crecimiento superiores al 9% en años posteriores. Cabe
aclarar que este agresivo apoyo a las exportaciones no era
de carácter irrestricto e ilimitado ya que estaba dotado de
un adecuado sistema de premios. Algunos de carácter explícito
(en Japón el buen desempeño exportador de una empresa le facilitaba
el acceso al crédito, a la disponibilidad de divisas y al
financiamiento de las exportaciones mientras que en Corea
le aseguraba el acceso al financiamiento futuro) y otros implícitos
(una buena perfomance exportadora es síntoma de la adecuación
de la firma a las condiciones de competitividad de la economía
mundial, hecho que facilitó el "catching up" de conocimientos
y por ende, un rápido cambio tecnológico). Existió otro tipo
de intervención difícilmente evaluable en términos pecuniarios
pero que repercutió en forma tan positiva que se la considera
el prototipo a seguir en la materia. La creación de mecanismos
de consulta donde confluyeron los sectores involucrados en
el proceso productivo resulta uno de los aspectos más interesantes
de la experiencia asiática. Estas instituciones no se constituyeron
en el lugar donde se intercambiaba información sino que por
el contrario, una vez ingresada se la mejoraba marcadamente
a fin de maximizar la eficiencia en su utilización. Llamativamente,
estos núcleos, donde confluían el estado, las empresas, el
sector financiero y en algunos casos los sindicatos, no generaron
efecto indeseable alguno. No se generó colusión empresaria
para elevar los precios, no se inhibió la competencia entre
firmas y más importante aún, ningún sector se beneficio individualmente
a partir de concesiones efectuadas por el gobierno.
Conclusiones
En función de las preguntas formuladas al comienzo puede inferirse
que no existió un sólo elemento de política económica que
sea suficiente para explicar el espectacular desarrollo alcanzado
por estas economías. Sin embargo es posible identificar aspectos
comunes a todas ellas que constituyen el eje del proceso de
crecimiento: estricto apego a la estabilidad macroeconómica,
considerable inversión en la formación de capital humano,
desarrollo de sistemas financieros seguros, capacitados para
superar las deficiencias existentes en este aspecto en las
fases iniciales del proceso de desarrollo, clara y agresiva
orientación exportadora, limitaciones a las distorsiones de
precios, apertura total a la incorporación de tecnología extranjera;
y, por último, instrumentación de políticas de desarrollo
agrícola. Adicionalmente, las herramientas anteriores se vieron
complementadas por un servicio civil de elevada capacidad,
aislado de los vaivenes de la política. Dotados de enfoques
eminentemente pragmáticos y debido a un constante monitoreo
de las variables lograron corregir a tiempo las desviaciones
que apartaban a sus respectivas economías de la senda de crecimiento.
Pero también es cierto que, junto a estos elementos en común,
existió un espectro de estrategias distintivas. Por ejemplo,
Corea del Sur y Taiwan eligieron el camino de Japón en materia
de política activas. Es necesario aclarar que este intervencionismo
no siempre se vio jalonado con el éxito. El fracaso en el
desarrollo de la industria pesada y química en Corea es una
prueba de ello. Taiwan se vio obligado a retroceder, privatizando
numerosas empresas. Si bien Hong Kong y Singapur eliminaron
las barreras arancelarias y abrieron sus economías al comercio
y la inversión extranjera los criterios fueron distintos.
Mientras que en Hong Kong predominó el "laissez faire", en
Singapur, la actitud adoptada se vio complementada con un
activo intervencionismo. Por su parte Malasia, Tailandia e
Indonesia siguieron una estrategia intermedia, al proteger
y estimular en las etapas iniciales determinadas industrias
y promover, a la vez, la apertura al intercambio de bienes
y la estabilidad política y macroeconómica. Dicho de otro
modo, sus esfuerzos se centraron en la generación de un contexto
favorable.
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