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Notas
de la Economía Real.
Nº
4, octubre de 1997
Sudeste Asiatico: Burbujas especulativas
y fragilidad financiera
Introducción
La crisis desatada en el Sudeste Asiático, y en particular
en Tailandia, a comienzos de este año, posee una serie de
características destacadas que la tornan un caso paradigmático
desde la perspectiva económica, más precisamente a la luz
de la teoría de las crisis cambiarias y financieras. Economías
con un elevado potencial, que en los hechos se materializó
en el pasado reciente con elevadas tasas de crecimiento, parecerían
estar pagando el precio de los efectos combinados de maniobras
especulativas y de un considerable relajamiento en la supervisión
de sus respectivas instituciones financieras que se tradujo
en una creciente fragilidad sistémica. El enfoque de esta
nota busca contestar los interrogantes más evidentes a la
luz de las experiencias pasadas en la materia. En tal sentido,
algunas de las cuestiones más relevantes pueden sintetizarse
en: ¿Existió la posibilidad de prever una situación tal como
la que se desató o la misma fue producto de una reversión
drástica e inesperada en un conjunto de variables claves?;
¿Porqué no funcionaron los mecanismos ad-hoc elaborados durante
1995 y 1996?; ¿Contribuyó la situación fiscal a la crisis?;
Si la mayoría de los casos de liberalización financiera fueron
seguidos de profundas crisis, ¿porqué no se tomaron los recaudos
para que esta no se produjera, aún cuando sí se habían adoptado
los lineamientos de Basilea para la supervisión del sistema?;
¿Porqué si se preveía la crisis, los agentes económicos, domésticos
y externos, no modificaron su comportamiento hasta tanto ésta
era un hecho?; y por último, ¿porqué la crisis se prolongó
por tanto tiempo -de hecho al momento de elaborarse este trabajo,
la situación parece agravarse- una vez comprometida la ayuda
de organismos multilaterales y gobiernos de la región?. Las
respuestas a estas preguntas permitirán tener una idea más
acabada acerca de los factores que generaron y contribuyeron
a profundizar las crisis a la par que posibilitarán una mayor
comprensión sobre el estado actual de la teoría en relación
a situaciones como la presente.
Las respuestas, o ¿qué imprevisible
era la previsible crisis en el sudeste asiático?
La primera certeza que existe sobre las turbulencias regionales
es que estas habían sido anticipadas con la suficiente antelación
como para adoptar medidas correctivas. Al respecto en el World
Economic Outlook de octubre de 1996, el Fondo Monetario Internacional
alertaba sobre la situación destacando que si bien la inflación
podía considerarse bajo control en los países en desarrollo,
en el caso específico de Indonesia, Malasia y Tailandia, la
combinación de considerables déficits en la cuenta corriente
del balance de pagos y el rápido crecimiento de estas economías
permitían inferir una situación de exceso de demanda, más
conocida usualmente como "overheating" (recalentamiento).
Aún más, los análisis efectuados por la institución indicaban
claramente que los niveles de actividad económica se encontraban
por encima de aquellos sostenibles en el largo plazo. Si en
octubre de 1996 el organismo multilateral expresaba abiertamente
su preocupación sobre la marcha de la región, es posible inferir
que lo hizo con mayor anticipación y en forma reservada a
las propias autoridades nacionales. Sin embargo, fueron estas
últimas las que admitieron, en forma casi explícita, la posibilidad
de turbulencias en marzo de 1996, durante la reunión del APEC
(Asia Pacific Economic Cooperation), al establecer un mecanismo
de emergencia con el FMI que, a la luz de la crisis mexicana,
había dispuesto la creación del GAB (General Agreement to
Borrow). En abril de ese mismo año, el Banco de Japón anunció
la conclusión de un acuerdo con la autoridades monetarias
de siete países de la región (Australia, Indonesia, Hong Kong,
Filipinas, Singapur, Malasia y Tailandia) para establecer
un sistema de "repurchase agreements" (acuerdo de recompra)
basado en títulos del Tesoro de Estados Unidos y destinado
a auxiliar a los países víctimas de ataques especulativos,
Kuroyanagi y Hayakawa (1997). Si estos elementos no son por
sí solos prueba suficiente sobre la evidencia anticipada de
la posibilidad de una crisis, se podría recurrir a una revisión
sobre las condiciones imperantes en dichas economías tal como
lo sugiere Ostry (1997). Para ello, se analizan los siguientes
aspectos: nivel y composición de los pasivos externos, fortaleza
del sistema financiero, flexibilidad de la política macroeconómica
y eficiencia de las inversiones realizadas. A fin de analizar
el primer punto, es posible observar a continuación que, tanto
Tailandia como el resto de las economías afectadas, contaban
en la segunda mitad de 1996 con un perfil de deuda nada envidiable.
Deuda
Externa en Países del Sudeste Asiático, 2do. semestre de 1996
(En
Miles de Millones de US$)
|
Total
|
Vencimiento en %
(1) |
Distribución
por sector en % |
País
|
|
Hasta
1 año inclusive |
Más
de 1 año |
Bancos
|
Sector
Público |
Sector Privado no Financiero
|
Corea |
100.0 |
67.5 |
20.0 |
65.9
|
5.7
|
28.3 |
Tailandia |
70.2 |
65.1 |
30.2 |
36.9 |
3.2 |
59.6 |
Indonesia |
55.5 |
61.7 |
34.1 |
21.2 |
12.5 |
66.2 |
Malasia
|
22.2 |
50.3 |
36.1 |
29.3 |
9.0 |
61.7
|
Otros |
24.9 |
57.0 |
37.7 |
38.4 |
15.3 |
45.6 |
(1) La suma de los porcentajes de vencimiento no alcanzan
al total porque podría tratarse sólo de la deuda registrada.
Fuente: CEP, en base a datos de The Maturity, Sectoral and
Nationality Distribution of International Bank Lending, Second
Half 1996, Bank for International Settlements,Basle, July
1997.
Uno de los primeros elementos que llama poderosamente la atención
es la concentración de los vencimientos en el plazo de hasta
1 año. El segundo punto, es que a excepción de Corea del Sur,
donde los bancos son responsables por casi el 66% de la deuda,
en los restantes casos el responsable es el sector privado
no financiero. En el caso específico de Tailandia, el 65%
de la deuda tiene un vencimiento de corto plazo a la par que
casi el 60% de la misma se origina en el sector privado no
financiero. En cuanto a la fortaleza del sistema financiero,
se estima que la cartera irregular se ubicaba a fines de 1996
por encima del 10% en el caso de los bancos y holgadamente
por sobre el 12% en el caso de las instituciones financieras
no bancarias. Dichos porcentajes hablan a las claras de deficiencias
en la supervisión del funcionamiento del sistema, a la vez
que plantean dos aspectos adicionales sumamente inquietantes.
El primero, dado por la falta de respuesta de las autoridades
en aplicar los correctivos necesarios (dado que recién se
suspendió la operatoria de las insolventes en el clímax de
la crisis a mediados de 1997). En segundo término, en la medida
que dichas instituciones siguieron funcionando, es posible
inferir algún tipo de auxilio, que en efecto se dio, a través
de recursos obtenidos a través de la emisión de títulos públicos
con garantía oficial y adelantos del Bank of Thailand (BOT).
Por lo tanto, no sólo el sistema en su conjunto se encontraba
en una posición sumamente débil sino que, desde una óptica
ex-post, las medidas que se adoptaron tendieron a agravar
la crisis. Sobre la flexibilidad de la política macroeconómica,
no hay aspecto más descriptivo que la rígida posición adoptada
en materia cambiaria. Pese a no contar con un historia inflacionaria
que impulsara el mantenimiento de un tipo de cambio fijo,
el baht tailandés siguió ligado al dólar pese a la caída de
las exportaciones, especialmente electrónicos y componentes
para equipos de informática, hacia EE.UU y Europa, a la fuerte
apreciación contra el yen que terminó afectando negativamente
las inversiones japonesas en el país y al déficit en la balanza
comercial que ya en septiembre de 1996 mostraba un acumulado
anual de US$ 13700 millones. Esta rigidez se vería reforzada
por otro factor de peso: la constitución de una "Zona Económica
del Baht", que abarca desde Indochina al Sur de China y en
la cual la moneda es usualmente utilizada para transacciones
y como reserva de valor. En lo que parecería ser un "clásico"
de la región, la mayor parte de la expansión del crédito interno
resultante del ingreso de capitales y el mayor endeudamiento
externo se direccionó al mercado inmobiliario. Y este fenómeno,
no se manifestó solamente en Tailandia sino también en Indonesia
y Malasia. Desde esta posición, es posible concluir que difícilmente
las inversiones en una burbuja especulativa en el mercado
de bienes raíces pueda ser considerada eficiente o en otras
palabras contribuya a expandir la capacidad de crecimiento
potencial de la economía a la luz de la teoría neoclásica
de crecimiento. Las evidencias analizadas precedentemente,
y en especial los cuatro factores enumerados, permiten concluir
que la crisis, a fines de 1996, era fácilmente presagiable.
En este sentido, un ataque especulativo contra las monedas
de la región difícilmente pueda considerarse como el causante
de los problemas, sino más bien el detonante de una situación
que rotundamente no lucía sustentable en el corto plazo. La
pregunta acerca del fracaso de los mecanismos de auxilio elaborados
con antelación, conlleva dos interrogantes adicionales: ¿estaban
capacitados los países de la región para acudir en auxilio
de los necesitados?, y si ello es así, ¿porqué no lo hicieron?.
Definitivamente puede concluirse que el nivel de reservas
existente permitía más que diluir cualquier posibilidad de
ataque especulativo.
Existiendo los medios, el hecho de que los mecanismos no funcionaran,
parecería obedecer a que nadie estaría dispuesto a "jugar"
sus reservas internacionales en auxilio de economías con un
frágil sistema financiero, ineficiente supervisión bancaria
e inmerso en una considerable burbuja especulativa. De hecho,
el auxilio no se comprometió (sería interesante conocer hasta
que grado se materializó dada la persistencia de las turbulencias)
hasta que las autoridades tailandesas decidieron solicitar
el auxilio del FMI. La responsabilidad de la situación fiscal
fue inexistente. A excepción de Filipinas, forzada por encontrarse
inmersa en un proceso de ajuste e Indonesia con un déficit
de 0.2%, tanto Malasia como Tailandia exhibían sus cuentas
públicas equilibradas. Más aún, entre los cuatro países involucrados,
Tailandia es el que cuenta con una mayor tradición de fortaleza
fiscal. Como es posible observar, los desequilibrios en cuenta
corriente reflejan, al contrario de las experiencias de la
década pasada, niveles de inversión privada considerables
que han desbordado un más que respetable nivel de ahorro doméstico,
tanto privado como público. Es decir, el déficit externo no
pone de relieve un crecimiento desmedido del consumo o una
baja tasa de ahorro interno. No obstante, en algunos casos
como Tailandia y Malasia, las inversiones del sector público
podrían haberse reducido a fin de disminuir los requerimientos
de financiamiento externo y de paso, acotar el crecimiento
en los gastos en infraestructura que implican un período de
recupero más extenso para la inversión y reducen la intensidad
exportadora de las inversiones en el mediano plazo. El papel
que cabe a la liberalización financiera en la crisis, puede
no ser menor. Tal como relata Mishkin (1996), si bien la desregulación
y liberalización financieras son objetivos deseables, pueden
resultar desastrosas sino se implementan adecuadamente. Dos
factores tienden a agravar usualmente el panorama desde la
óptica de los países en desarrollo (por oposición a los desarrollados).
En primer lugar los créditos del sistema financiero no se
realizan en la moneda doméstica sino en moneda extrajera y,
segundo, la mayor parte de los créditos son de corto y no
de largo plazo. Por otra parte, las liberalizaciones generalmente
se encuentran asociadas a booms crediticios, ya sea por un
mayor espectro de posibilidades de colocación de fondos para
las entidades financieras o por una mayor disponibilidad de
fondos ante nuevas oportunidades de inversión de los ahorristas.
Si la supervisión bancaria no es del todo eficiente, ese mayor
espectro de posibilidades de colocación va generalmente unido
a un deterioro en la calidad de las carteras crediticias de
las instituciones. Según Dekle y Pradhan (1997), Tailandia
eliminó los límites sobre las tasas máximas para depósitos
a plazo fijo entre 1989 y 1990, tras lo cual hizo lo mismo
para las tasas activas en 1992. A fines de los años 80, se
liberalizaron todas las actividades permisibles como así también
los requerimientos en materia de tenencia de activos para
los bancos comerciales. De tal forma, estos podían tener en
cartera una amplia gama de activos, a la vez que se les permitió
involucrarse en actividades de trading y suscripción de instrumentos
de deuda. En cuanto a instrumentos financieros, entre 1979
y 1990 el mercado consistía principalmente de operaciones
de recompra. Desde 1990 se produjo un significativo crecimiento
de los certificados de depósitos, letras y "promissory notes".
Hasta 1992, la emisión de títulos privados y la operatoria
con títulos del gobierno se encontraba fuertemente restringida,
hecho que se revirtió drásticamente con la aparición de las
agencias de rating crediticio. Luego del establecimiento de
la "Securities and Exchange Comission", el mercado bursátil
mostró un crecimiento exponencial. En materia de supervisión,
a comienzos de la presente década, el BOT, comenzó a aplicar
los lineamientos del Bank of International Settlements (BIS),
sobre la calidad de activos y requerimientos de capital para
bancos e instituciones financieras. También se introdujeron
medidas adicionales destinadas a mejorar la calidad de los
activos y posibilitar la fusión de aquellas instituciones
financieras en dificultades. También en 1991, se eliminaron
todas las restricciones sobre las salidas de capital. A partir
de 1993, se creó un centro de banca "offshore" el Bangkok
International Banking Facilities (BIBF), destinado a suministrar
préstamos en moneda extranjera tanto a empresas locales como
extranjeras. La adopción de los criterios internacionales
para la supervisión de la banca y la creación del BIBF merecen
ser analizados detenidamente ya que constituyen elementos
cruciales en el desarrollo de la actual situación. En relación
al primer aspecto, cabe preguntarse que motivos pueden dar
lugar a una crisis sistémica del sistema financiero pese a
la adopción de instrumentos de supervisión tan rigurosos.
Sobre este punto Caprio y Klingebiel (1996) indican que el
marco regulatorio, tal como el del BIS, desarrollado fundamentalmente
para economías desarrolladas y estables puede resultar inadecuado
para economías de países en desarrollo así como también para
algunos desarrollados cuyas economías se encuentran atravesando
un período de elevada volatilidad. Los autores analizaron
los factores subyacentes en 29 crisis sistémicas determinando
los factores macroeconómicos y microeconómicos que pueden
originarlas. Entre los primeros citan la salida de capitales,
la "enfermedad holandesa", una burbuja especulativa en el
precio de los activos, una recesión y un empeoramiento de
los términos de intercambio. Los factores microeconómicos
comprenden: un sistema judicial débil, una corrida bancaria,
préstamos a empresas estatales, los préstamos relacionados
o "connected lending", interferencias políticas en el manejo
de las políticas crediticias, una deficiente administración
bancaria (que generalmente resulta, entre otras cosas, en
el "descalce" entre activos y pasivos) y una pobre estructura
supervisora y regulatoria. Si bien a priori, es difícil elaborar
conclusiones definitivas sobre cuál o cuáles de las anteriores
fueron los causas de la crisis tailandesa, no sería aventurado
mencionar a la mayoría de los factores macroeconómicos y algunos
de los microeconómicos. Otra alternativa, sería atribuir la
crisis a un desacertado accionar en materia de política monetaria
del banco central, en éste caso el BOT. Sobre el punto, Dekle
y Pradhan (1997) precisan que los procesos de liberalización
financiera que van acompañados generalmente por el desarrollo
de nuevos instrumentos financieros y oportunidades de inversión
para los ahorristas ("financial deepening"), la política monetaria
puede resultar siendo más rígida o más flexible de lo que
originalmente habían supuesto las autoridades del banco central.
En otras palabras, la aparición de papeles de deuda de corto
plazo, acciones y bonos puede dar lugar a importantes desplazamientos
en las carteras de los agentes económicos en contra de los
activos monetarios, reduciendo el grado de predictibilidad
de la demanda de dinero. En general, los procesos como el
comentado han incrementado la velocidad de la definición estrecha
de dinero (M1) y disminuido la de las definiciones amplias
(M3, M4). ¿Pueden haber derivado estos fenómenos en un manejo
inadecuado por parte del BOT?. La respuesta se encuentra en
Kuroyanagi y Hayakawa (1997) quiénes señalan que en conversaciones
con las autoridades del BOT, estas les comunicaron que "el
objetivo intermedio de la institución estaba dado por el control
del crecimiento del crédito del sector bancario, siendo sus
objetivos finales el equilibrio de la cuenta corriente y el
control de la inflación" (sic). Volviendo sobre los efectos
de la liberalización financiera, cabe ahora analizar el papel
desempeñado por el BIBF. Creado en 1993 como un centro de
banca "offshore", se estableció con el objetivo fundamental
de proporcionar créditos en moneda extranjera a empresas locales
y foráneas. En otras palabras, permitió a la banca internacional,
entre la cual la japonesa se destacó sobremanera, ingresar
al mercado de fondos prestables tailandés. Los efectos no
tardaron en hacerse sentir, especialmente sobre las cuenta
externas.
El balance de la cuenta capital salta a partir de 1993 de
casi US$ 1500 millones a US$ 13460 millones. Se observa una
fuerte caída de la inversión directa, caída que en la realidad
no se concreta ya que pasan a reflejarse en otras inversiones.
Otro punto destacable es que a partir de 1993, la inversión
de cartera aumenta considerablemente a casi US$ 5100 millones,
reduciéndose casi a la mitad al año siguiente. Aún sin cifras
oficiales, la virulencia manifestada por la crisis hace sospechar
que en el transcurso del último año y en los primeros meses
del corriente, la inversión de cartera habría aumentado ostensiblemente
hasta los primeros síntomas de la crisis, momento a partir
del cual la fuga de capitales se acelera potenciándola. Las
estimaciones actuales en cuanto al accionar del BIBF, indican
que en 1995 y 1996 el 54% de la deuda de corto plazo del sector
privado se encontraba canalizada a través de éste mecanismo,
lo que lleva a preguntarse si ante tal actitud el BOT decidió
no adoptar decisión alguna o estuvo inhibido de actuar por
motivos diferentes a los económicos. En cualquiera de los
dos casos, debe precisarse que el aumento de los activos externos
netos contribuyó a explicar en los últimos años el aumento
de la base monetaria, dado que los activos domésticos netos
resultaron contractivos(en el caso de Tailandia, el crecimiento
de estos últimos se ajustaba de forma tal que la base monetaria
registrara un crecimiento cercano al 20% al año). Otro interrogante
apunta al grado de racionalidad en el comportamiento de los
agentes económicos, principalmente instituciones financieras
e inversores externos, en los prolegómenos de la crisis. Por
el lado del sistema financiero (descartando anticipadamente
casos de fraude, "connected lending", debilidad en el sistema
judicial e interferencia política en la asignación de créditos)
existe la denominada asimetría en la información. Esta propiedad
según Mishkin (1996) se da debido a que el tomador de un crédito
posee generalmente mejor información acerca de los beneficios
y riesgos del proyecto que va a financiar, que la que tiene
el prestamista. Este aspecto tiene serias implicancias tanto
ex-ante, la denominada selección adversa, como ex-post, llamada
"moral hazard". La selección adversa de proyectos se da cuando
el banco tiene dificultades en determinar que proyectos son
buenos, es decir presenta buenas oportunidades de inversión
con riesgo bajo, y que proyectos son malos, malas oportunidades
de inversión y riesgo elevado. Cuando ello ocurre, el banco
estará dispuesto a efectuar préstamos tomando en consideración
la calidad promedio de los proyectos. De esta forma, fijará
una tasa de interés que será baja en relación al riesgo de
los malos proyectos y elevada en relación al riesgo bajo de
los buenos proyectos. La resultante será la expansión de créditos
aplicados a proyectos de baja calidad y una retracción de
los proyectos de buena calidad. A la sombra de una burbuja
especulativa, este fenómeno bien podría haberse manifestado
en el caso tailandés en el curso de los últimos años. Aún
más, una posible extensión de selección adversa se podría
haber dado con la banca extranjera que suministró créditos
a empresas tailandesas. En la medida que el BOT se encontraba
comprometido a defender la paridad cambiaria, cuando no se
sospechaba la gravedad que podía adquirir la crisis, la tasa
de interés de los préstamos no incluía o no reflejaba adecuadamente
la prima de riesgo por devaluación, hecho que alentó el endeudamiento
externo. El fenómeno de "moral hazard" se manifiesta cuando
el tomador del crédito responde bien si el proyecto triunfa,
pero el prestamista carga con todos los perjuicios cuando
el proyecto fracasa. Si bien la consecuencia natural de este
fenómeno sería una asignación de créditos por debajo de la
óptima, es decir las instituciones se negarían a otorgar créditos
en la eventualidad de tener que soportar todos los costos,
existe una extensión aplicable, eventualmente, al caso de
Tailandia. Cuando todo el sistema en su conjunto intuye que
puede trasladar los costos, a los contribuyentes, al estado
o en definitiva a una institución "ad-hoc" creada por éste,
su política crediticia puede llegar a ser mucho más permisiva
que lo que dicta la cautela. En este sentido, la presunción
del "demasiado grande para dejarlo caer" ("two big to fail")
no sería exclusivo de la banca doméstica, sino como los casos
de nacionalización de la deuda lo atestiguan, también de la
banca extranjera. Como podrá observarse entonces el comportamiento
de los agentes en los mercados financieros y bancarios encierra
una dosis de racionalidad más allá de la magnitud de la crisis
que se avecinaba. Básicamente, entonces se trataría de afrontar
una situación donde la probabilidad de éxito es escasa pero
donde los costos son fácilmente trasladables. El último aspecto
a tratar se refiere a la persistencia, y si se quiere a la
propagación, de la crisis. En tal sentido, es conveniente
analizar hasta que punto las condiciones iniciales imperantes
al inicio se vieron modificadas significativamente. Desde
esta óptica, más allá del reconocimiento explícito por parte
de las autoridades de las dificultades y pese a las recomendaciones
de organismos multilaterales, se ha avanzado poco en las medidas
correctivas. Y no por que dichas correcciones sean tiempo
intensivas precisamente. Las principales líneas de acción
para la reestructuración del sistema financiero recién fueron
dadas a conocer el 22 de octubre en Tailandia. Ello no consiguió
evitar la renuncia del Ministro de Finanzas quién declaró
no contar con el suficiente respaldo para poder llevar a cabo
la reforma, confirmando la sospecha de Japón, que había comprometido
su ayuda, sobre la voluntad de ejecutar la reestructuración
sistémica hasta las últimas instancias. En Indonesia, el FMI
y el Banco Mundial condicionan un paquete de ayuda por US$
12.000 millones a la promesa del gobierno de combatir la corrupción
en los tres niveles íntimamente relacionados con la crisis:
supervisión bancaria, transparencia de los contratos del gobierno
y la eliminación de los monopolios estatales y privados. Asimismo,
la suba de tasas necesaria para "enfriar" la economía, que
registró un crecimiento próximo a su potencial e insostenible
en el largo plazo, podría conducir a la bancarrota a numerosas
pequeñas y medianas empresas que se endeudaron exageradamente
en el pasado aprovechando el rígido sistema cambiario y el
favorable diferencial de tasas. Las declaraciones del Primer
Ministro malayo tampoco contribuyen a calmar los mercados.
Y la propagación, que en principio sólo se remitió tímidamente
a los países más afectados por las devaluaciones que alteraron
bruscamente las relaciones de intercambio regionales, se proyecta
ahora sobre mercados supuestamente más fuertes como Singapur
o Corea del Sur. Ello más que poner de relieve el supuesto
pánico de los inversores, podría estar originado en la fragilidad
de los sistemas financieros y/o en niveles de endeudamiento
muy superiores a los oficialmente informados.
Conclusión: en materia de
crisis, nada nuevo bajo el sol
Tanto Tailandia, como México en 1995, volvieron a poner de
manifiesto los peligros de mantener un sistema financiero
sumamente frágil en un mundo caracterizado por la globalización.
No obstante, entre el caso mexicano y los del sudeste asiático
se perciben algunas diferencias importantes. En primer lugar
y hasta el momento, la velocidad en la implementación de las
respuestas tanto en el caso de las autoridades locales como
internacionales, fue mayor en el caso mexicano. En segundo
término, en la medida que se corrija el exceso de inversión
privada sobre el ahorro doméstico, las economías del sudeste
asiático cuentan con buenas posibilidades de superar la crisis
dado el elevado nivel de ahorro interno que poseen. No obstante,
desde la óptica de la dinámica de los acontecimientos, ambas
crisis guardan similitudes: ingreso de capitales, recalentamiento
de la economía agotando todo exceso de capacidad excedente,
atraso del tipo de cambio real, estancamiento de las exportaciones
y consiguiente déficit en la cuenta corriente de la balanza
de pagos. Sin embargo, hasta que punto éste último constituye
un indicador anticipado de una crisis sigue siendo objeto
de debate. En un reciente trabajo sobre la literatura en la
materia, Kaminsky, Lizondo y Renhart (1997) concluyen que
tanto las variables asociadas con el perfil de la deuda externa
como el balance en cuenta corriente no resultan indicadores
adecuados para predecir una crisis. Sobre el punto, es necesario
destacar la observación de Reisen (1997) quién señala que
entre 1970 y 1982, el déficit en cuenta corriente de Singapur
se mantuvo en promedio en 12.1% del PBI, alcanzando en dicho
período 20% en numerosas oportunidades. Por su parte, Funke
(1996) indica que si bien los "fundamentals" importan, aún
así no debe ser descartada una crisis cuando el estado de
estos es saludable, dado que la credibilidad de los regímenes
cambiarios también dependería de la percepción que los agentes
tienen sobre la política económica en el futuro. Desde la
perspectiva del sector financiero, la crisis podría calificarse
como "de manual" (by the book). El incremento de las tasas
de interés destinado a combatir un ataque especulativo en
marcha, origina un severo deterioro en la calidad de cartera
del sistema financiero, ya de por sí frágil. El mercado bursátil
retrocede marcadamente y aumenta la incertidumbre. Los problemas
de información asimétrica - selección adversa y "moral hazard"-
comienzan a manifestarse con mayor intensidad y dan lugar
a la fuga de capitales. Ello agudiza los problemas del sector
financiero y la crisis deviene en un período caracterizado
por elevada volatilidad en los mercados cambiarios y financieros
y una severa retracción en el nivel de actividad económica,
Mishkin (1996). En síntesis, tal como lo señalan Goldfajn
y Valdés (1997), las crisis cambiarias y financieras son simultáneas.
Una implicancia que se deriva de los aspectos anteriores es
el manejo de los flujos de capital. En este sentido, las opiniones
no son uniformes. Van desde la propuesta de Tobin de gravar
con un impuesto a los flujos de capital, hasta las alternativas,
basadas en el hecho de que a la larga los operadores consiguen
instrumentar maniobras para evadir dichos impuestos, por lo
que se aconsejan tres tipos de accionar, cada uno de los cuales
cuenta con distintos costos y beneficios, y que son: la adopción
de tipos de cambio flexibles, elevación de los encajes bancarios
e intervención en los mercados sin esterilización. Estas discrepancias
se evidenciaron con mayor vigor en la última reunión del FMI
en Hong Kong a la luz de la recurrencia de este tipo de acontecimientos
en los últimos años. Mientras que por un lado algunos se mostraron
a favor de la imposición de controles sobre los flujos de
capitales, otros se inclinaron por mantener los paquetes de
ayuda en niveles moderados, en otras palabras, en tanto que
los primeros buscan limitar la capacidad de los posibles ataques
especulativos, los segundos tratarían de evitar el comentado
problema de "moral hazard", The Economist (Septiembre 20).
No obstante, sí parecería existir consenso en un aspecto:
aún cuando la liberalización del sector financiero, en un
mundo caracterizado por la elevada mobilidad de los flujos
de capital, genera ciertos riesgos, las alternativas son mucho
peores.
Referencias
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and Rodrigo O. Valdés, IMF Working Paper, July 1997. - Understanding
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Edited by Michael Bruno and Boris Pleskovic, World Bank ,1996.
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of Economic Fundamentals, Norbert Funke, OECD Economic Studies,
No. 26, 1996/1. - Leading Indicators to Currency Crises, Graciela
Kaminsky, Saúl Lizondo y Carmen Reinhart, IMF Working Paper,
July 1997. - Crisis in the Financial Sector and the Authorities´
Reaction: The Philiipines, Jean C. Nascimento en Banking Crises:
Cases and Issues, Edited by V. Sundararajan y Tomás J.T.Baliño,
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Institutions in Thailand: Structural Weaknesses, Support Operations
and Economic Consequences, R. Barry Johnston, 1988, en Banking
Crises: Cases and Issues, Edited by V. Sundararajan y Tomás
J.T.Baliño, International Monetary Fund, 1991. - Bank Insolvency:
Bad Luck, Bad Policy, Bad Banking?, Gerard Caprio Jr. and
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Bank ,1996. - Macroeconomic Policy Management and Capital
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Phillipines and Thailand, Masaaki Kuroyanagi and Yukihisa
Hayakawa, Eximbank Review, June 1997. - World Economic Outlook,
Fondo Monetario Internacional, Octubre de 1996. - The Limits
of Foreign Savings, Helmut Reisen, en Promoting Savings in
Latin America, Edited by Ricardo Hausmann y Helmut Reisen,
BID-OCDE, Paris 1997. - Saving in Southeast Asia and Latin
America Compared, Searching for Policy Lessons, Nuradha Dayal-Gulati
and Christian Thimann, IMF Working Paper, Septiembre 1997.
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20, 1997. - Currency Lessons Ignored, Financial Times, Octubre
13, 1997. - Thai Crisis Highlights Lessons of Mexico, Financial
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