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Notas de la Economía Real.
Nº 7, julio de 1998

La crisis en Asia y el comercio global. (1)
Unidad Analítica Asia - Pacífico. (CEP)

Las preguntas.
Desde julio de 1997, cuando se produjo la primera devaluación del baht tailandés, las preguntas y preocupaciones sobre los sucesos en Asia se pudieron agrupar en unos pocos puntos:
· Hasta dónde se extendería el alcance de la crisis: sería subregional -sólo el Sudeste de Asia-, regional, -todo el Pacífico asiático- y, con la inclusión de Corea, Japón y China, ¿pasaría a ser
una crisis global?.
· La existencia de sistemas cambiarios e instituciones financieras inadecuadas explica satisfactoriamente lo ocurrido, o más bien ¿se trata de la primera manifestación significativa
de una crisis de sobreproducción? Y si así fuera ¿podría llegarse entonces a un escenario
de deflación generalizada?
· Los acontecimientos en economías hasta entonces exitosas y tomadas como modelo ¿significan el fin de éste -la vía asiática- y el afianzamiento de la hegemonía de otro -el anglosajón o faltan todavía otros actos en el desarrollo del drama?
· Por último: ¿hay ganadores y perdedores?, y si los hay ¿quiénes son?. Lo cual dicho de otro modo conduce a la cuestión de quienes serán en definitiva los que pagarán los costos y quienes
se podrían beneficiar de los enormes movimientos en los precios relativos de bienes, servicios
y activos reales y financieros en curso.

El contexto global. El Pacífico Asiático -las economías de la ribera occidental de ese océano- representan más de un quinto del producto del mundo, tres veces más que en 1970. Origina flujos de intercambio comercial equivalentes a una cuarta parte del total global. Una cuarta parte del crecimiento de la economía mundial de esta década puede ser explicada por el de las economías de más reciente industrialización de la región. Hasta 1996 el Pacífico Asiático incrementaba sus compras al mundo en un 11% anual, a un ritmo levemente mayor que el de sus -para muchos amenazadoras- exportaciones. A los valores de 1997, una caída a la mitad en ese ritmo implica un impacto de un 20% sobre el crecimiento del comercio mundial, o sea algo así como la desaparición de 70 mil millones de dólares en demanda adicional de importaciones en un año. América Latina -a excepción de Chile y Perú- es una de las regiones del mundo menos vinculadas económicamente al Asia. Un 10% de sus exportaciones tienen ese destino. Mientras tanto se dirigen allí, un 26% de los embarques de productos norteamericanos, un 10% de los de la Unión Europea. Sin embargo, en términos absolutos las exportaciones europeas al Pacífico Asiático son un 20% superiores a las de los Estados Unidos. Más del 50% del comercio del Este de Asia es intrarregional, lo cual expresa el grado de interdependencia, que ha venido creciendo rápidamente, entre las economías del área. Japón exporta el 43% de sus embarques a sus vecinos asiáticos. Los números globales ocultan sin embargo realidades particulares. Por ejemplo la dependencia de las exportaciones agrícolas norteamericanas y de las industrias aeronáuticas y de telecomunicaciones e infotec norteamericanas y europeas del mercado asiático, lo cual da un significado especial al factor China. Tales son las cifras y proporciones. Si bien necesarias, no alcanzan para expresar la extensión de los efectos de los acontecimientos que se vienen sucediendo y de los que seguirán.

Detrás de las cifras se delinean delicados equilibrios que vinculan flujos comerciales y de inversión, cambios en ventajas competitivas, balances políticos y de seguridad regional. La red de vínculos económicos y comerciales en la región se sostiene en tres vértices: Japón, el resto de Asia, especialmente China, y los Estados Unidos. Este último vértice es vital, ya que absorbe el excedente comercial de Japón y las exportaciones de las demás economías asiáticas, a su vez deficitarias con Japón. Tal equilibrio que duró por mucho tiempo, ha comenzado a ser desafiado. En Japón aparecen los primeros déficits con el resto de Asia en esta década aun cuando sus importaciones totales caen abruptamente. Dado el impulso actual de la economía norteamericana, no es difícil adivinar adónde dirigirán su atención los exportadores japoneses, y aún es más fácil adivinarlo en el caso de los exportadores del resto de Asia. Estados Unidos avanza hacia el mayor déficit comercial desde hace diez años. Aunque todavía no debería preocupar en términos relativos: es de sólo el 1,5% del PBI, habrá que evaluar qué significa en términos políticos, si la economía norteamericana no sigue creando puestos de trabajo al ritmo de los últimos tiempos. Japón es otro de los vértices decisivos en la construcción de los equilibrios transpacíficos. Decisivo en distintas dimensiones. Aunque es un mercado aún relativamente secundario -aproximadamente el 20% de las exportaciones del resto de Asia tienen ese destino- origina la cuarta parte de la inversión extranjera en la región. Comercio e inversiones se entretejen en una compleja red intraasiática en que las filiales de grupos japoneses producen e importan partes y piezas para el ensamblado de productos a ser exportados dentro de Asia, al propio Japón y al resto del mundo. Pero el papel de más relevancia que había desempeñado Japón fue el de modelo para los países "aspirantes" en la región. Japón mostró los impresionantes resultados que se pueden obtener bajo determinadas condiciones políticas mediante determinada combinación de intervención estatal e iniciativa empresaria. Muchas instituciones en las filas sucesivas de la formación de los "gansos voladores" o economías asiáticas de reciente industrialización, fueron copiadas de Japón, con adaptaciones a las condiciones locales. La crisis dejó en descubierto las debilidades de esa imagen. En diciembre de 1997, el propio primer ministro Hashimoto reconocía que su país no disponía de los recursos necesarios para liderar la región debido a sus propios problemas. Fue el fin de un último episodio; el de la ilusión de un Fondo Financiero Asiático
que, sostenido por Japón, permitiera una "salida asiática" a la crisis, evitando los condicionamientos del FMI. Japón renegaba o postergaba así implícitamente también de sus aspiraciones a un liderazgo intelectual en la región. El contraste con la posición de pocos años atrás no podía ser mayor. En 1991, el propio Ministerio de Finanzas de Japón había financiado dentro del Banco Mundial un estudio completo sobre la experiencia del Sudeste Asiático.

El propósito era que el estudio reflejara la posición japonesa, divergente del "Consenso
de Washington", acerca del papel del estado en los procesos de desarrollo. Fue el inicio de otro episodio, que culminó con la publicación del "El Milagro del Este de Asia" publicado por el Banco Mundial a fines de 1993, y que solo marginalmente reflejó la opinión japonesa.
Japón se encuentra hoy a la defensiva, encerrado entre el desafío de un sistema financiero en crisis, el estancamiento de su economía y las presiones de sus socios industrializados, liderados por los Estados Unidos, que pretenden una mayor apertura del mercado de bienes y servicios
y la adopción de medidas para estimular el consumo. Sus alternativas no son amplias.
Acepta finalmente flexibilizar el modelo de "globalización controlada" que en la práctica ha venido siguiendo en esta década, permitiendo no tanto el ingreso de bienes, sino lo que realmente marca la diferencia, el acceso de actores económicos extranjeros o adopta el camino, mucho más conflictivo, de dejar que el yen se devalúe. Sería en cierto modo el intento, veinticinco años después, de retomar un modelo exportador basado en ventajas de costos. Tal camino podría originar tensiones de nivel imprevisible, tanto en los Estados Unidos, donde las posiciones proteccionistas y antiasiáticas
en general, recibirían de ese modo un fuerte estímulo, como en el resto de Asia, y en el otro vértice mayor de la construcción que describimos: China, que vende a Japón el 27% de sus exportaciones y que aspira a competir con su viejo invasor en los mercados mundiales.
Hasta fines de mayo no se había verificado en el mundo la temida ola de exportaciones de las economías asiáticas cuyas devaluaciones alcanzaron en promedio el 56% desde julio de 1997.
Por el contrario, las exportaciones en varias de ellas crecieron moderadamente o incluso registraron descensos.

El papel del Pacífico Asiático en el comercio de la América Latina

En el caso de América Latina las participaciones son reducidas, con la excepción de Chile y Perú. Las exportaciones de los países de América Latina hacia el Pacífico Asiático son apenas el 8,4%, mientras que las importaciones desde la región explican el 14%. Cuando se excluye Japón, el total exportado a la región disminuye hasta el 4,8% y las importaciones al 7,6%. La Argentina destinó -durante 1997- el 10,8% de sus exportaciones al Pacífico Asiático, que a su vez proveyó el 12,7% de las importaciones de la Argentina. Excluyendo Japón, los porcentajes disminuyen al 8,6% en el caso de las exportaciones y al 9% en el caso de las importaciones. Sin embargo, las exportaciones a Japón, China y Hong Kong representan el 59% del total exportado a la región. Por lo tanto, la participación de las exportaciones al resto de la región se reduce al 4,7% sobre el total. Brasil destina el 15,5% de sus exportaciones al área, e importa desde allí el 13,6% del total. Si se excluye Japón las participaciones decrecen al 9,2% en el caso de las exportaciones y al 8,5% en las importaciones. En el caso de Chile la proporción de las exportaciones dirigidas al área es mucho más importante que para el resto de los países de América Latina. El 32,2% de las exportaciones chilenas se dirigen al Este de Asia, mientras que el 15% de las importaciones provienen de la misma. Si se excluye Japón las cifras disminuyen significativamente pero siguen siendo altas si se las compara con otros países: las exportaciones representan el 9,5% y las importaciones el 16%. Participación del Comercio con el Pacífico Asiático -incluido Japón- en los totales importados y exportados durante 1996 Fuente: Elaboración propia en base a datos del FMI. Participación del Comercio con el Pacífico Asiático -excluido Japón- en los totales importados y exportados durante 1996 Fuente: Elaboración propia en base a datos del FMI.

El comercio de la Argentina con el este de Asia.
El comercio argentino con el área venía creciendo a un ritmo respetable en los últimos años. Las exportaciones registraban una tasa anual efectiva de incremento superior al 15% desde 1991 -sólo superada por el MERCOSUR como destino regional- y las importaciones crecieron a una tasa del 35% efectivo anual. La región llegó a explicar casi el 11 % del destino de las exportaciones argentinas. (2) Cuando se analizan las cifras del comercio exterior argentino, pareciera que la crisis en los mercados asiáticos estuviera lejana y no sólo en términos geográficos: nuestros embarques al área -como vimos- no superan el 11% mientras que se adquieren allí el 12,7% de las importaciones. Si bien no es un área marginal en la dirección del comercio argentino, está lejos de tener la importancia del MERCOSUR, los Estados Unidos o la Unión Europea. La agudización de la crisis desde fines del año pasado puede provocar sin embargo, efectos comerciales más generales. En primer término, una caída en precios de distintas materias primas como efecto de disminuciones en la demanda o interrupciones en las operaciones debido a dificultades en los bancos en destino. El resultado final combinado sobre los términos del intercambio, de caídas en precios de exportación y de los de muchas manufacturas importadas, es por el momento difícil de determinar. El segundo efecto general es sobre el comercio global: el Pacífico Asiático representaba hasta 1996 una cuarta parte del comercio internacional, bajo una conducta pocas veces destacada: cuando se excluye a Japón, las importaciones de la región estaban creciendo más rápidamente que sus exportaciones -lo cual explica el incremento reciente en sus deficits corrientes-. La tendencia al equilibrio en la cuenta corriente, que ya se insinúa en varias de las economías afectadas, se realizará a expensas de las importaciones, sobre todo del resto del mundo, y en una presión exportadora sobre las economías que crecen: los Estados Unidos, la Unión Europea y América Latina. Existen coincidencias acerca de que por su relevancia, los dos primeros deberían estar dispuestos a absorber crecientes volúmenes de productos asiáticos como uno de los requisitos para restablecer la estabilidad en Asia. Pero no debieran descartarse presiones aislacionistas o proteccionistas que afectarían a terceros actores. El tercer efecto general a considerar es "bueno": debería esperarse, al final de la crisis, más transparencia en las políticas comerciales de la región, mayor apertura a productores más eficientes que los locales, sobre todo en materia de productos agrícolas, y mayor acceso a los canales de distribución interna, como resultado de desregulaciones y competencia. Si se suma a ello el hecho de que los fundamentales reales de esas economías deberían ser capaces de restablecer en el mediano plazo condiciones de actividad más que razonables, estrategias comerciales "contracíclicas" -de "estar cuando todos huyen"- no deberían ser descartadas.

Notas
1 Elaborado por la Unidad Analítica Asia - Pacífico del Centro de Estudios para la Producción (CEP). Esta es la primera de una serie de notas acerca del impacto de la situación del Este Asiático sobre los flujos de comercio e inversión de la Argentina y las economías asociadas del Mercosur.
2 Un panorama detallado de la evolución del comercio argentino con la región puede encontrarse en "Comercio de la Argentina con el Pacífico Asiático 1995-96" documento de trabajo nro. 54, de mayo de 1997.
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