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Síntesis de la Economía Real.
Síntesis Internacional -
Octubre 1997

Estados Unidos: seis años de crecimiento ininterrumpidos.
Sin síntomas de recalentamiento alguno, la Reserva Federal no encontró motivo para elevar la tasa de interés de corto plazo en ocasión de la última reunión del Comité de Mercado Abierto a fines de septiembre. Tanto los indicadores simultáneos como los de anticipación ("current" y "leading", respectivamente) continuaron sin anunciar presiones inflacionarias. Tal como se mencionó en la Síntesis anterior, resultaba importante esperar la decantación de los efectos
de la huelga de UPS. A pesar de ella se observa que los distintos índices de precios siguen reflejando una situación cómoda desde el punto de vista inflacionario y si bien los Precios
al Productor registraron en agosto un incremento del 0.3%, cabe recordar que lo hicieron después de siete meses consecutivos de variación negativa. Más importante aún, la productividad sigue creciendo por encima de los costos laborales.

Si se consideran los tres trimestres finalizados en junio de este año se observa que los costos laborales crecieron 2.21% y un aumento de la productividad de 6.0%. Ello ocurrió pese a que el promedio de horas semanales trabajadas se mantuvo constante y que la fuerza laboral en el sector no agropecuario aumentó 1.5% entre octubre de 1996 y junio de 1997 (en agosto totalizaba 122,47 millones de empleados). A junio de este año, la tasa anualizada de crecimiento del PBI era de 3.5%, lo que indica un crecimiento firme en un contexto de marcada estabilidad de precios. Estas condiciones propias de últimos seis años dieron lugar, hasta el momento, al tercer ciclo de crecimiento más prolongado de la historia estadounidense.

Las coincidencias entre los analistas terminan en la constatación anterior. A partir de ahí está abierto un debate acerca de su sustentabilidad. Si bien se admiten, generalmente, las bondades de la situación actual no existe un consenso acerca de los factores que lo determinaron. Por un lado, se agrupan quienes sostienen la ocurrencia de un "Nuevo Paradigma" o patrón de comportamiento de la economía norteamericana. Sus argumentos básicos son: a) la ocurrencia de un "milagro de productividad". Las inversiones realizadas en los últimos 20 años están comenzando a dar sus frutos. Dado que el potencial de crecimiento a largo plazo está dado por el producto entre la productividad y el crecimiento de la fuerza de trabajo, la tasa potencial de crecimiento de la economía se elevó considerablemente; b) la "globalización": La creciente integración mundial de los mercados de bienes, servicios y factores colocó a las empresas estadounidenses en un escenario de mayor presión competitiva. El comercio internacional, como proporción del PBI, aumentó por lo que numerosas empresas estadounidenses se ven impedidas de trasladar los aumentos de sus costos a los precios; c) el "desplazamiento del poder". Se observa un desplazamiento pronunciado del poder hacia los consejos directivos de las empresas en detrimento de los trabajadores.

En el mismo sentido, la menor participación del sector manufacturero en el conjunto de la economía debilitó considerablemente el poder de negociación de los sindicatos y; d) el desarrollo de los mercados de capitales (en liquidez, internacionalización y profundidad) obligó a las compañías a ser agresivamente competitivas para acceder en mejores condiciones al financiamiento.

Están quienes opinan diferente al sostener que la relación entre actividad económica e inflación observada en los últimos años no es otra cosa que una versión no convencional del conocido ciclo económico. Sus argumentos básicos son:

a) no hay nada de extraordinario en el actual ciclo de expansión: entre 1991 y principios de 1996, la tasa de crecimiento anual promedio se ubicó en 2.2%, coherente con la tendencia de largo plazo. En este período, el crecimiento sin inflación fue resultado de una apropiada gestión de la Reserva Federal. Sólo en los últimos 18 meses la tasa de crecimiento observada se ubicó por encima de la de largo plazo. Si hasta el presente no hubo inflación sólo se debe a que los precios están ajustando con rezagos considerables a las condiciones de los mercados;

b) por su parte, el bajo nivel de desempleo: se explica por cuestiones meramente demográficas: una mucho menor proporción de la fuerza de trabajo es relativamente joven en relación a 10 años atrás y son los trabajadores jóvenes los que poseen un mayor grado de movilidad laboral. Ello hace que las presiones sobre los salarios disminuyan ya que los trabajadores sienten una mayor posibilidad de encontrar trabajo cuando estos puestos, como en la actualidad, son numerosos;

c) la mayor globalización es una percepción equivocada: pese a que el comercio como proporción del PBI se incrementó notablemente, todavía explica sólo el 25% de la actividad económica en los Estados Unidos y;

d) la inversión en tecnología elevó la productividad en el sector manufacturero y se sospecha
que la productividad en el sector servicios se encuentra considerablemente subestimada
en las estadísticas oficiales. De ser así, el crecimiento del PBI se ubicaría encima de lo que
las cifras indican y, por lo tanto, también la capacidad de la economía de crecer libre de presiones inflacionarias.

Si en el plano interno, la situación se presenta ampliamente favorable, no ocurre lo mismo respecto del sector externo. La apreciación del dólar, intensificada en la primera mitad de éste año, condujo al agravamiento de los déficits comerciales mantenidos con China y Japón. Respecto de China el déficit comercial estadounidense creció casi 36% en el primer semestre en relación a igual período de 1996. Según las autoridades chinas ello se debió a sus buenas cosechas correspondientes al período 1996/97 que contrajo la demanda de granos provistos por exportadores norteamericanos. Respecto de Japón, el déficit comercial bilateral norteamericano se duplicó en agosto en relación a un año atrás y el acumulado registró un aumento de casi 60%. Esto colaboró para que las autoridades norteamericanas reiterasen sus reclamos a las japonesas para que impriman un mayor impulso a su economía y así disminuyan sus saldos exportables y aumenten sus importaciones. Y no es el único reclamo realizado.

En la segunda mitad de septiembre, Japón rompió filas con Estados Unidos y la Unión Europea, sustentado en razones de corto plazo, al dar el visto bueno para que China ingrese a la Organización Mundial de Comercio. ¿Qué ofreció China a cambio?. Reducir lo aranceles sobre automotores del 80% al 50% a la vez que produciría recortes menores en los de productos electrónicos. A excepción de automotores, la reducción arancelaria se hallaría comprendida dentro del cronograma estipulado por China: pasar de un arancel promedio del 23% al 17% a partir del 1 de octubre para luego practicar reducciones graduales hasta el año 2000 en que se arribaría a uno del 15%. Ello comprendería 4.800 ítems y abarcaría cerca del 73% de los productos arancelados. Pero tanto EE.UU. como la Unión Europea sostienen que los aranceles sobre los automotores no deberían superar el 10%, a la vez que piden una completa eliminación de gravámenes sobre los productos de informática a partir del próximo siglo.

Europa: el EMU comienza a tomar forma.
En la reunión realizada en Luxemburgo, los ministros de Finanzas de la Unión Europea estipularon que los tipos de cambio que regirán entre las distintas monedas de la Unión entre 1999 y 2002, año en que el Euro entrará de lleno en circulación, se conocerán en mayo del año próximo, en oportunidad de decidirse que países califican para la unión monetaria. Sin embargo, los ministros no especificaron, aunque se presume que será así dado que todos los tipos de cambio de los potenciales ingresantes se encuentran próximos a estos valores (a excepción de la libra irlandesa), si utilizarán los valores centrales para establecer dichos valores. No obstante, los funcionarios admitieron que este paso, que casi representa la constitución de una unión monetaria de hecho, dependerá en definitiva de la credibilidad de la elección de los países integrantes, dado que en definitiva, decisiones equivocadas al respecto podría dar a lugar a sensibles oscilaciones en las relaciones cambiarias.

Pese a este avance, todavía persisten discrepancias, algunas no menores, relacionadas con el funcionamiento de la unión monetaria. Quizás la más evidente, planteada entre Alemania y Francia, es el grado de independencia del que gozará el futuro Banco Central Europeo (BCE), aspecto sobre el cual el Acuerdo de Maastrich no proporciona mayores precisiones. Al respecto, el acuerdo expresa que deja librado a los ministros de finanzas de los países de la unión el control teórico sobre la política cambiaria, sólo si ello no entra en conflicto con el objetivo del BCE en materia de estabilidad de precios. La posición alemana, reflejo de la puesta en práctica por el Bundesbank, es la que establece que la política monetaria deberá estar orientada hacia la estabilidad de precios y no hacia el establecimiento de un tipo de cambio determinado. En palabras del Ministro de Finanzas alemán, Theo Weigel ..."el tipo de cambio surge como resultado de la política económica y no es el objetivo de la política económica". Por el contrario, la posición francesa sustenta la creación de un organismo creado "ad hoc", visible y legitimizado, que acompañe al BCE en la determinación del tipo de cambio.

Más allá de esta diferencia, el EMU recibió un renovado impulso durante las últimas semanas debido a la conjunción de varios factores. Por un lado, sobresale el anuncio formulado por Robin Cook, Secretario de Asuntos Exteriores británico, quién expresó que es poco probable que Gran Bretaña ingrese a la Unión Monetaria antes del año 2000, pero que le será difícil permanecer fuera de ella por mucho tiempo más. Por otro lado, se van despejando lentamente los interrogantes que generaban el cumplimiento de las metas en materia fiscal. Si bien Alemania aclaró que el posible incumplimiento de un déficit fiscal de 3% del PBI estaría directamente relacionado con el elevado costo de la reunificación alemana, su Ministro de Finanzas insistió en que su país cumplirá estrictamente dicho criterio. En Francia, se prevé que el desequilibrio fiscal finalizará el año en 3.1% del PBI, cifra que se considera suficiente para ingresar en el EMU. Para 1998 el presupuesto publicado recientemente estipuló un desequilibrio del 3%. Los analistas indicaron que, si bien las proyecciones del gobierno en materia presupuestaria son optimistas, no por ello dejan de ser alcanzables. No obstante, precisaron que la reducción del 3.1% de déficit registrado en 1997 al 3.0% proyectado en 1998 puede ser más difícil de lo que se piensa si se tiene en cuenta que el año próximo no se contará con los ingresos por FF 37.500 millones generados por la empresa France Telecom.

La situación de los restantes países no permite adelantar conclusiones. En España el panorama se muestra sumamente positivo, dado que se cumpliría con la meta fiscal debido a un crecimiento del PBI mayor al esperado que ha permitido cerrar el desequilibrio, por el lado de mayores ingresos tributarios. La proyección de crecimiento para 1998 fue elevada al 3.4%. Pero en Italia, país que había realizado notables esfuerzos en el término de los últimos años, la situación es distinta. El nuevo presupuesto presentado al parlamento y que implica una sustancial reforma del sistema previsional y fuertes recortes en los gastos destinados a bienestar social, ha sido rechazado por partidos de izquierda, hasta este momento aliados del Primer Ministro Prodi. Paradójicamente, un país sinónimo de estabilidad como Suiza podría verse negativamente afectado por la entrada en vigencia del EMU. Independiente de si el Euro nace como una moneda débil o fuerte, se supone que la moneda suiza y los activos denominados en ella podrían sufrir una considerable apreciación ante una mayor demanda de inversores deseosos de diversificar sus carteras financieras. Ello repercutiría negativamente en la incipiente recuperación estimulada por las exportaciones que está teniendo lugar tras siete años de estancamiento.

Asia y Sudeste Asiático: la atención sobre los grandes y los chicos.
Como si la situación en la región no hubiera abundado en acontecimientos que generaron preocupación acerca de la marcha de la economía de la región y sus impactos internacionales (p.e. las crisis cambiarias de Tailandia, Malasia, Indonesia y Filipinas, la insolvencia financiera en Corea del Sur, etc), se conocieron en los últimos días proyecciones poco favorables sobre la economía japonesa. Simultáneamente, el Banco Mundial alertó a China sobre los posibles problemas de crecimiento y estabilidad macroeconómica.

Respecto de Japón, el pesimismo sobre la situación económica no sólo se ha manifestado en los mercados financieros. El Fondo Monetario Internacional redujo el pronóstico de crecimiento en medio punto para 1997, a sólo el 1.1%. Por su parte, la Agencia de Planificación Económica informó que durante el segundo trimestre el PBI había mostrado un retroceso del 2.9%, lo que constituyó la mayor caída para un trimestre en los últimos 25 años. El consumo experimentó una baja en dicho período del 5.7% comparado con igual trimestre del año anterior (la mayor retracción desde la crisis de la OPEP en 1974), en tanto que la inversión retrocedió un 1.5% y la construcción de viviendas un 11.5%. Los componentes de la demanda que se comportaron más favorablemente fueron las exportaciones y la inversión pública. Sin embargo, y pese al reconocimiento explícito de las autoridades sobre las dificultades en alcanzar las metas oficiales de crecimiento proyectadas, se presume que hay signos alentadores (el consumo muestra signos de recuperación, el gobierno dispuso distintas medidas para alentar la construcción de viviendas y las ventas de automotores crecieron 5.1% en julio y agosto en relación al segundo trimestre) que posibilitarían alcanzar un crecimiento cercano al 2.2% durante 1998.

En síntesis, se habría alcanzado el piso a partir del cual la economía comenzaría a recuperarse. Respecto de China, aun cuando persisten tasas de crecimiento muy elevadas, a punto tal que según el Banco Mundial en el año 2020 ocuparía el segundo lugar en el comercio mundial detrás de Estados Unidos, un reciente informe del Banco Mundial puso énfasis en los aspectos pendientes que deberá resolver el país en el corto plazo. Entre ellos se puntualizaron: 1) alentar el desarrollo de las fuerzas de mercado, especialmente a través de la reforma de las empresas públicas, el sistema financiero y los mercados de trabajo; 2) acelerar la integración con la economía mundial mediante la reducción de las barreras a la importación, incremento de la transparencia y predictibilidad del régimen comercial y, además, impulsar la integración con los mercados financieros internacionales y, 3) reorientar los esfuerzos del gobierno para que los mercados funcionen mejor a través de la construcción de una apropiada infraestructura legal, social, física e institucional. Una amenaza que fue apuntada especialmente se relaciona con la imprescindible reforma del sistema de pensión dado que el actual se encontraría financieramente comprometido.

Tal como era de esperarse, el Fondo Monetario Internacional revisó hacia abajo las proyecciones de crecimiento de los países del sudeste asiático afectados por la reciente crisis cambiaria que consisten en reducciones entre 0.5% y 1.0%. No obstante, a excepción de Tailandia, las tasas siguen siendo significativas: 7.5% para Malasia, 7% para Indonesia y 5.3% para Filipinas. Ello equivale a decir que el Asia en su conjunto seguirá siendo la región de mayor crecimiento económico del mundo. En cuanto a Tailandia, la proyección original del 4% se corrigió al 2.5%, en tanto que para el año próximo llegaría al 3.5%. Es decir que éste país perderá el equivalente a un 8% de un año del PBI, distribuido en el término de 2 años.

Sobre éste último país, debe agregarse que el paquete de ayuda del FMI, que ascendió a US$ 17.000 millones, no contribuyó demasiado para restaurar la calma en los mercados sino que por el contrario, siguieron con fuertes oscilaciones en las últimas semanas. Ello estaría impulsando a las autoridades tailandesas a recurrir a más fondos frescos, a saber: un crédito por US$ 1.000 millones del Asean Development Bank y la colocación de bonos en los mercados internacionales por US$ 10.000 millones. En su mayor parte, se orientarían a financiar el saneamiento del sistema bancario. Adicionalmente, recién en la primera semana de octubre, el Banco de Tailandia informó sobre el aumento del nivel de reservas en una cifra cercana a US$ 200 millones. De todas maneras, la autoridad monetaria sólo informa el nivel de reservas pero no la proporción de éstas que se estaría comprometida en los mercados de futuro.

Ello, junto a un gobierno de coalición conformado por 6 partidos distintos y un proceso de reforma constitucional, podrían ser los factores que justifican el nerviosismo de los mercados. Malasia, otros de los países arrastrados por la crisis, estaría prorrogando su salida de la crisis debido a problemas en la gestión de la misma más que por su intensidad o naturaleza. Ante la presunción de una trama conspirativa elaborada por especuladores, los intentos de restringir los movimientos de capitales o trabar el accionar del mercado cambiario sólo han determinado nuevos derrumbes de la bolsa y la devaluación del ringit, la moneda local. En plan de ajuste, sin embargo, las autoridades dispusieron recortar el nivel de gastos internos con la intención de mejorar la cuenta corriente del balance de pagos.

Las autoridades de Indonesia dispusieron un programa de ajuste mediante la reducción del gasto público que comprende la suspensión y postergación de importantes proyectos de inversión. Aunque registró superávit fiscal en la mayoría de los años recientes, buena parte del gasto público era financiado "debajo de la línea" lo que determinaba un desequilibrio fiscal implícito. A pesar que las tasas de interés han retrocedido fuertemente en los últimos días todavía se encuentran en el 20% anual, más del doble del nivel registrado antes de la crisis. El saneamiento del sistema financiero implicará, según los observadores, la fusión o liquidación de cerca de 250 instituciones. Sobre este último punto conviene señalar que los préstamos al sector inmobiliario, que se duplicaron en los primeros tres meses del año, representan cerca del 50% de los créditos incobrables. Por último, Filipinas que no pudo librarse de los efectos de la crisis, recibió asistencia del FMI en forma casi instantánea debido a que ya había emprendido un programa de ajuste con la supervisión de dicho organismo con anterioridad a la corrida cambiaria.

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