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Síntesis
de la Economía Real.
Síntesis Internacional - Agosto
1997
Estados
Unidos: demasiado fuerte, demasiado rápido
En su última exposición ante el Congreso norteamericano, el
Presidente de la Reserva Federal manifestó que, pese a la
marcha acelerada de la economía, uno de los principales factores
que amortiguaban presiones inflacionarias consistía en el
temor de los trabajadores a perder su empleo en caso de reclamar
mejoras salariales. Pero también precisó que desconoce cuánto
tiempo puede perdurar ese efecto por lo que insistió que en
la Reserva Federal estaría dispuesta
a elevar la tasa de interés ante el menor atisbo de indicios
inflacionarios.
Estas declaraciones y el último dato conocido de la tasa de
desempleo que en julio descendió a 4.8% frente a 5.0% del
mes anterior, provocaron una reacción negativa en los mercados
que, puede afirmarse, reaccionaron exageradamente. Pero lo
cierto es que la economía estadounidense sigue creciendo a
un ritmo muy acelerado y resulta previsible incrementos en
los precios. Otros datos revelan la tendencia sostenida de
la actividad económica: la construcción de viviendas aumentó
5% en junio (descenso del 7% en mayo); las órdenes para construcción
de bienes durables crecieron 2.3% en junio (-0.4% en mayo);
las ventas minoristas mejoraron un 0.5% en junio (-0.3% en
el mes anterior) y el índice de utilización de la capacidad
instalada en la industria se mantuvo en el 83.5% en junio
, el mismo nivel de mayo.
Si bien los precios en general permanecieron casi sin cambios,
los precios al consumidor crecieron un 0.1% en junio al igual
que en el mes previo en tanto que los precios al productor
mostraron deflación de 0.1% en junio frente al -0.3% de mayo,
los analistas parecen coincidir en que las cifras de desempleo
cuentan con peso propio suficiente como para el FED decida
aumentar sus tasas. De todos modos, no hay consenso que ello
deba ocurrir en ocasión de la próxima reunión del Comité de
Mercado Abierto, el próximo 19 de agosto.
Otra perspectiva de la marcha de la economía norteamericana
se relaciona con la evolución del déficit fiscal. El ciclo
de expansión, más vigoroso y prologando que lo previsto, ha
permitido reducir el déficit presupuestario de US$ 74.000
millones acumulados en los primeros nueve meses del año fiscal
anterior a sólo US$ 11.000 millones en el mismo período de
1997. En mayo, por ejemplo, los ingresos fiscales mostraban
un crecimiento del 8.4% frente al mes anterior, en tanto que
los egresos habían crecido un 3.4%. Como consecuencia de tal
comportamiento, la Oficina de Presupuesto de la Casablanca
que había estimado un desequilibrio de US$ 120.000 millones
para todo el año, debió corregir fuertemente hacia abajo su
pronóstico: a sólo US$ 30.000 millones (prácticamente en equilibrio).
Al contrario de lo que hubiera significado para una administración
en cualquier otro país, esta evolución representa un problema
para la administración Clinton. Por un lado, disminuye considerablemente
el logro de haber arribado a un acuerdo con la oposición.
Por el otro, incrementa la presión del Partido Republicano
para efectuar mayores recortes impositivos.
EMU: ¿valen o no valen los decimales?
Aunque las autoridades gubernamentales esten mostrando un
frente consolidado respecto de su intención de integrar la
Unión Monetaria Europea el 1 de enero de 1999, siguen habiendo
dudas respecto de su factibilidad, las que se manifiestan,
principalmente, en las posiciones de Alemania y Francia. Los
alemanes no ven con agrado sustituir el marco, la moneda más
fuerte del Viejo Continente, por otra que nacería supuestamente
debilitada a juzgar por las condiciones prevalecientes en
el resto de los países. Para los alemanes es preferible demorar
el nacimiento
de la Unión Monetaria Europea.
Esta posición se vio fortalecida recientemente cuando el Ministro
de Finanzas alemán dio a conocer un abrupto incremento de
las necesidades de financiamiento del sector público (DM 16.000
millones o US$ 9.300 millones) provocado por un aumento de
los gastos federales, en general, y por el pago de seguro
de desempleo, en particular. Según el mismo funcionario, ello
no impediría cumplir con el objetivo de un déficit de 3.0%
del PBI dado que se equilibraría mediante la reducción de
gastos fiscales a nivel de los estados alemanes y con menores
fondos para los programas de ayuda social. Esta compensación
suscitó mayor oposición al EMU en tanto y en cuanto supone
un mayor costo social, según lo expresado por políticos de
la oposición y los sindicatos. Pero el mensaje subyacente
parece ser otro bien distinto. El hecho de reclamar un déficit
no más allá del 3.0% estricto, constituye un mensaje para
las autoridades francesas.
Merece considerarse lo expresado por el Primer Ministro Bávaro,
E. Stoiber, el más férreo defensor del 3.0% "sin decimales":
"una moneda débil significa inflación, mayores tasas de interés,
menor inversión y mayor desempleo". Al respecto, cabe tener
en cuenta que el 60% de los alemanes no posee propiedades
inmobiliarias y vive de sus pensiones, sus salarios, sus seguros
de retiro y sus ahorros. Para ellos un 1% de inflación equivale
a la volatilización inmediata de aproximadamente DM 50.000
millones.
Por el lado francés, el compromiso de arribar en tiempo y
forma se contrapone a las promesas electorales. La auditoría
independiente terminada en julio obligó a las autoridades
a formular correcciones destinadas a aumentar los ingresos
y cerrar el desequilibrio que se ubica en la actualidad en
las proximidades del 3.5%-3.6% del PBI. Básicamente, se anunció
un paquete impositivo que hace recaer el mayor peso del ajuste
sobre el sector empresario, más precisamente, sobre las grandes
empresas que facturan más de FFr. 50 millones. Así, se dispuso
el aumento de la alícuota de Ganancias del 36.6% al 41.6%
y el incremento de la alícuota a las Ganancias de Capital
del 19% al 41.6%. Adicionalmente, se dispuso la reducción
de gastos militares cercana a FFr. 2.000 millones y la constitución
de aportes por parte de dos compañías estatales: Electricité
de France y Caisse des Depôts et Consignations. No obstante,
el gobierno fue cauteloso en el sentido de no garantizar que
estas medidas sean suficientes para reducir el déficit al
3% del PBI. Las estimaciones privadas pronosticas un déficit
de 3.2% del PBI, que bastaría para cumplir con los requisitos
de la unión monetaria, máxime si el socio germano presenta
cifras similares. El ajuste fiscal francés no aparece libre
de algunas incertidumbres. El proceso de privatizaciones está
profundamente cuestionado y se prosigue con la idea de generar
700.000 puestos de trabajo de los cuales la mitad corresponderían
al sector estatal. Si bien la incorporación de la mano de
obra se realizaría en forma escalonada, previéndose para este
año la creación de 50.000 puestos, 150.000 para fines del
próximo y el resto a fines de 1999, su costo rondaría una
cifra cercana a la del ajuste propuesto: entre FFr. 30.000
y FFr. 35.000 millones.
La Comisión Europea, en un intento por interrumpir la apatía
de las últimas reuniones de los líderes europeos, adoptó dos
iniciativas. Una de ellas, al alertar acerca de los elevados
costos en los que se incurriría al incorporar a los países
de Europa del Este, cuyas economías se encuentran en una etapa
de transición entre el socialismo y el capitalismo. Otra,
denominada Agenda 2000, propone, entre otros aspectos, una
profunda reforma de la política agraria común, lo cual generaría
fuertes resistencias por parte de Francia, Alemania (Bavaria),
España, Grecia y Portugal.
El Sudeste Asiático y el fantasma del Tequila
La exacerbación de la crisis financiera de algunos países
países del Sudeste Asiático a fines
de junio y la creciente sensibilidad a la misma por parte
de los mercados de capitales obligaron
a autoridades y analistas a establecer dos distinciones. Una
de ellas, para indicar que Tailandia,
el disparador de la crisis reciente, no tenía los rasgos macroeconómicos
de México de 1994.
Otra, que existía una muy baja probabilidad de que el problema
llegara a tener una trascendencia equivalente a la del Tequila.
La
primera distinción se sostiene en los datos mismos. Adicionalmente,
la única relación entre México y Tailandia que puede realizarse
sin discusión es que el primero de estos países está tratando
de convertirse en lo que Tailandia ya logró: una de las economías
más dinámicas y exitosas del mundo (lo cual no significa que
no tenga aspectos pendientes que resolver). En cuanto a la
segunda, la dinámica exhibida por los países de la región,
las características de su endeudamiento, la pujanza de sus
exportaciones permiten inferir que con la implementación de
las medidas adecuadas, la crisis quedará inevitablemente circunscripta
dicha área. Aun cuando el problema se extendió durante julio
a los demás países de la zona, conviene analizar cuales fueron
las condiciones prevalecientes en Tailandia que le dieron
origen. En la segunda mitad de los 80 y buena parte de los
90, la devaluación del dólar (moneda a la cual se encontraba
ligado el baht tailandés) frente al yen japonés dio origen
a una intensa ola de inversiones japonesas en Tailandia. Así,
las empresas japonesas trataban de compensar la apreciación
de su moneda al recurrir al bajo costo de la mano de obra
tailandesa. Pero entre 1995 y 1996 la situación se revirtió
debido a la incidencia de varios factores.
En primer lugar, el baht se apreció en dicho período un 18%
frente al yen al acompañar la apreciación del dólar. En segundo
lugar, se produjo una caída importante de la demanda mundial
de productos electrónicos, gran parte de los cuales utilizaban
insumos tailandeses. Y, por último, se registró un fuerte
deterioro de la competitividad: los salarios crecieron 45%
entre 1990 y 1994. El bajo crecimiento de las exportaciones
registrado durante 1996 (sólo 1.3% respecto del año anterior)
y el abultado déficit de la cuenta corriente (8% del PBI)
actuaron como los detonantes de la crisis. El fuerte descenso
del mercado accionario se constituyó en la contraparte de
la salida de los capitales de corto plazo. El sistema financiero,
que había crecido desmesuradamente a través de la obtención
de créditos externos, quedó notablemente afectado. Mientras
que la "fuga" del baht generó una importante disminución de
las reservas externas, que pasaron de US$ 38.000 millones
en mayo de 1996 a US$ 32.700 millones en igual mes de este
año, las tasas de interés subieron marcadamente. De esta forma,
la crisis atrapó al sistema financiero. El decreciente nivel
de reservas tornó inviable la defensa del baht por parte del
Banco Central tailandés que se vio obligado a dejar flotar
el tipo de cambio.
Mientras que por un lado la suba de las tasas de interés deterioró
fuertemente las posibilidades de recobrar parte de los créditos
otorgados por el sistema (mayoritariamente, préstamos que
financiaron una burbuja inmobiliaria), la devaluación "de
facto" hizo imposible el cumplimiento de las obligaciones
crediticias asumidas con el exterior. Rápidamente, la crisis
se propagó a otras economías de la región como Filipinas,
Malasia e Indonesia las que, en menor o mayor medida, presentaban
rasgos comunes, a saber: un considerable endeudamiento externo,
tipos de cambio ligados al dólar, bajo crecimiento de las
exportaciones y elevado nivel de déficit en cuenta corriente,
una preocupante proporción de los créditos del sistema financiero
orientados al sector inmobiliario (con precios severamente
distorsionados) y una inexistente supervisión del sistema
financiero.
Si bien las repercusiones alcanzaron hasta Singapur, la aplicación
de un programa de ajuste, la disponibilidad de créditos de
organismos multilaterales (FMI, Banco de Desarrollo Asiático)
y de países (Japón, Australia, Estados Unidos) parecería suficiente
para ahogar la crisis. Las medidas conocidas hasta el presente
comprenden el cierre de la mitad de las instituciones financieras
no bancarias (42), el establecimiento de un sistema de garantías
sobre los depósitos bancarios, el aumento del impuesto al
valor agregado del 7% al 10% a fin de compensar el desequilibrio
fiscal (Tailandia es una país históricamente superavitario
en materia de cuentas públicas), la obligación de mantener
un nivel de reservas externas por encima de US$ 25.000 millones
y la reducción del déficit de cuenta corriente del 8% actual
al 5% del PBI para el próximo año.
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